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Clásicos de provincia

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Gracias a una iniciativa de Alberto Benavides Ganoza y Leonidas Cevallos, los libros de autores que escribieron desde la periferia del poder se reeditan en una inestimable colección denominada Clásicos de provincia.
Bajo el sello de la Biblioteca Abraham Valdelomar, que patrocina Alberto Benavides Ganoza, acaban de aparecer los primeros cuatro tomos: Katatay de José María Arguedas,  Lambayeque de Hans Henrich Bruning,  Los hijos del sol de Abraham Valdelomar y La línea de Chorrillos de Juan de Arona. Este proyecto editorial es dirigido por Leonidas Cevallos y resulta a todas luces sorprendente.
Resulta sorprendente, en primer lugar, por la generosidad de Alberto Benavides con la cultura del Perú. No digo con los autores, sino con la cultura del Perú, puesto que su decisión de impulsa la publicación de estos  libros incide directamente sobre el desarrollo cultural y educativo de este país donde los libros son como objetos raros, fetichistas o protocolares, y no objetos de transformación conciencial.
Pero no se trata únicamente de financiar la publicación de libros, sino de hacer realidad una idea editorial; es decir, de publicar a partir de un plan pensado para atacar la pobreza intelectual, literaria y educativa de un país. Este tipo de acciones le corresponde, al menos en teoría, a los gobiernos y a los políticos, pero como ustedes saben no podemos pedir peras al olmo.
¿Qué significa que estos primeros cuatro libros nazcan bajo el nombre de Clásicos de provincia? “Clásicos”, significa que si bien no se trata de libros que surgieron en un tiempo de mayor plenitud cultural ―que nunca hemos tenido―son productos que pueden considerarse como modelos dignos de imitación en la literatura o la historia. Y de “provincia”, significa que han sido escritos por autores no nacidos en los centros de poder o que han realizado su obra o se refieren a temas de la cultura de la periferia.
 La vanguardia ―en el sentido de que son los primeros que se publican― de Los clásicos de provincia está compuesto por Katatay, que reúne en edición bilingüe ―quechua español― la poesía escrita por José María Arguedas, desconocida para la gran mayoría de peruanos, quienes conocen mejor sus cuentos, novelas y leyendas. En Katatay aparece el creador en tensión permanente con un lenguaje capaz de expresar el mundo dividido en que vivía.  Su Oda al jet, que a mí me gusta particularmente, y Llamado a algunos doctores son como sablazos a la conciencia de los peruanos.
Luego está Lambayeque de Hans Henrich Bruning, libro breve en el que el viajero, el lingüista, el etnólogo, el arqueólogo, el folklorista, el antropólogo y el etnohistoriador recoge las manifestaciones socio-culturales de esa parte del país en el mismo momento en que el proceso de desintegración y el mestizaje empezaban a borrar los rezagos de las antiguas culturas ágrafas del Perú.
Los hijos del sol del Abraham Valdelomar publicado póstumamente en 1921 reúne los cuentos llamados incaicos del escritor iqueño; es decir, historias que tienen como base el pasado quechua. Su intención no fue, desde luego, levantar un fresco romántico e idealista del mundo incaico, sino ficcionalizar a partir de ciertos hechos y referentes con una estética modernista e impecable. No hay que olvidar que Valdelomar está considerado como uno de los fundadores de la narrativa moderna en el Perú. Los críticos aún no se ponen de acuerdo si fue él o Martín Adán el que abrió las compuertas de la modernidad en la prosa. Supongo que fueron los dos.
La línea de Chorrillos de Juan de Arona o Pedro Paz Soldán, escritor fecundo y culto, periodista adicto  y ciudadano díscolo, autor del famoso Diccionario deperuanismos, describe los balnearios más importantes de la Lima del siglo XIX hasta antes de la Guerra del Pacífico: Miraflores, Barranco y Chorrillos. Su libro es una descripción bucólica y romántica, un retrato veraz de las costumbres limeñas de la época, así como un mosaico de la vida pública y el quehacer citadino. Nada escapa a sus ojos avizores. Un libro que sin duda puede leerse como una obra de actualidad, ya que parece que nada o muy poco ha cambiado en el Perú.
Debemos felicitar a Alberto Benavides Ganoza, al editor Leonidas Cevallos y a todos los involucrados en este gigantesco y original proyecto editorial en favor de la cultura del Perú.



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