Todos se lamentan de los resultados dados a conocer por PISA en estos días: últimos en matemática, ciencia y comprensión lectora; sin embargo, nadie impulsa políticas de largo plazo para remontar la crisis educativa que padecemos.
Mientras nos preocupamos porque nuestra comida sea motivo de orgullo, que el crecimiento económico esté por encima del 5% y que la selección de fútbol vaya de una buena vez a un mundial, descuidamos un flanco fundamental para el desarrollo del país: la educación. Esto, por supuesto, no es nuevo: es reiterativo.
El 2001 y el 2009, Perú participó también en el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés). Entonces ocupó el penúltimo y antepenúltimo lugar en matemática y comprensión lectora. En la versión 2012, en la que participaron 65 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), hemos caído más bajo todavía: último lugar en matemática, ciencia y comprensión lectora.
Una respuesta mecánica a por qué nos van tan mal en estas materias señalaría a la pobreza económica como el principal causante de esta situación. Sin embrago, si analizamos las cifras presentadas por PISA nos damos cuenta que países como Qatar, que tiene US$72.849 de PBI per cápita (Perú y Colombia tienen el menor PBI per cápita de América Latina: US$10.076 y US$10.175, respectivamente), padecen el mismo mal. ¿Qué ha pasado entonces?
La educación es un proceso en el que, además de dinero, se necesita invertir recursos humanos y aplicar estrategias de largo plazo, muy por encima de ideologías y colores políticos. Es decir, la educación tiene que ver con la clase de país que queremos los peruanos de aquí a 20, 30 o 40 años. Las ciudades peruanas se llenan de grandes centros comerciales, de edificios, de plazas públicas, de pistas, de puentes, de estadios; el Estado invierte en remodelar colegios emblemáticos y construir otros a duras penas, además de pagar mal a sus profesores, quienes se niegan a ser evaluados por temor a perder sus trabajos. El resultado: un país que crece macroeconómicamente, pero que se envilece a nivel cultural.
Si tienes estudiantes incapaces de resolver con éxito problemas aritméticos y algebraicos, reconocer los componentes que intervienen en el efecto invernadero o comprender las ideas rectoras de un ensayo, al cabo de un tiempo tendrás a ciudadanos imposibilitados de transformar la realidad, personas que viven indiferentes frente a la crisis del medio ambiente y seres humanos robotizados por cúmulos de imágenes y datos superficiales. ¿Cómo explicarles y pedirles a estos que se comprometan con temas como la gobernabilidad, la justicia, la inclusión y el respeto a los derechos humanos?
El diario “El Comercio” pidió a un grupo de especialistas una lista de ideas para combatir la crisis educativa reflejada en la prueba PISA. Ellos enumeraron seis ideas clave para remontarla: mejorar las remuneraciones de los profesores, establecer políticas educativas de largo plazo, apoyo total y abierto del Estado a la educación pública, acreditación de la educación privada, asumir la educación como una inversión y aumentar la inversión en educación y mejorar la ejecución del presupuesto en este sector.
Los países asiáticos a los que les va bien (China, Singapur y Hong Kong) han aplicados medidas como énfasis en la selección de los docentes, trabajo en equipo, equilibrio en el número de alumnos en cada clase, mayor autonomía a los docentes y un significativo aumento en el volumen de las inversiones en el campo educativo. Lo que no se dice es que detrás de estas medidas existe algo más importante: un compromiso a largo plazo de toda la clase política y empresarial de esos países para sacar adelante su educación. En el Perú estamos muy lejos de alcanzar todavía un consenso de esta naturaleza. Por esta razón, las pruebas PISA seguirán siendo cada tres años el rasero con el que mediremos nuestro atraso educativo.