Un libro de cuentos que enfatiza las contradicciones del amor y desmitifica sus epopeyas cotidianas, convierte a su autor, Daniel Rodríguez Risco, en una de las grandes revelaciones literarias de los últimos años.
En su novela corta Disfraz de niñopublicada en 1990, Daniel Rodríguez Risco ya dejaba entrever su aptitud para las historias breves y condensadas, sin embargo no había todavía en ese libro un narrador seguro de sí mismo. Veintitrés años después, este autor nos sorprende con Amor condicional, un libro de cuentos, según Iván Thays, «escrito con una prosa más que solvente» y con un universo literario muy personal.
«Amor condicional es lo que otras personas nos dan cuando hacemos los que ellas quieren», dice Patty, la protagonista del, probablemente, mejor cuento del libro. Si bien esta visión del amor es la base del segundo relato, creo que los cuatro restantes están impregnados de esta oscura y artificiosa manera de establecer las relaciones afectivas. En Amor condicional las historias de amor se desarrollan sobre la base de premisas falsas y los protagonistas se mueven, en la mayor parte de los casos, por intereses mezquinos y condicionantes.
Una pareja al borde de la separación recurre a un arquitecto tan infeliz como ellos para salvar un amor que se cae a pedazos; un traductor ya no ama a la continuista extranjera con la que se ha ido a vivir, pero es muy cobarde para decírselo; un ermitaño decide acompañar a su pareja a una reunión social, hecho que lo convierte más adelante en una víctima de sí mismo; un enano tímido se vuelve adicto a una sustancia (HDC) que en lugar de hacerlo crecer lo provee de tetas y curvas; el socio de un club seduce a una empleada con el fin de que esta le facilite el acceso a las canchas de tenis, sin embargo lo único que consigue es una relación precaria y masoquista; un hombre decide vivir en un extraño y ambiguo equilibrio: amar a una prostituta y a una mujer de su clase social.
Una de las grandes virtudes de Rodríguez Risco es la creación de atmósferas que incrementan la progresión de los relatos. Así ocurre con la obsesión del arquitecto que rediseña la casa de una pareja que está apunto de separase o la tortura psicológica a la que somete el traductor a la continuista con el objetivo de aburrirla. El estilo, el enfoque y un lenguaje sencillo y directo están al servicio de esta destreza narrativa. Los cuentos, además, están salpicados de dosis bien cuidadas de sexo, humor negro y referencias a la vida real, al cine y a una Lima gris y neblinosa. Por otra parte, una de las cosas que más aprecio de estas historias es el cuidado que ha puesto en el lenguaje, la fluidez y el entramado de la materia narrativa.
Un cuento es verosímil cuando tiene apariencia de verdadero, cuando es creíble y es casi imposible sospechar de su artificialidad. Un buen narrador sabe lidiar con la verosimilitud y tomar por asalto el imaginario del lector sin darle respiro ni tiempo a que compare realidad y ficción. Las historias literarias simplemente envuelven, atrapan, seducen, tienden un puente sutil entre lo falso y verdadero y nos meten de cabeza en el entramado. Los cuentos de Daniel Risco son en buena cuenta realistas, aunque estén atravesados por algunos hechos fantásticos y absurdos que, debido a la pericia con que están narrados, atrapan al lector y lo colocan en el centro de las contradicciones humanas: el amor y el desamor, la pasión y el desdén, el aburrimiento y la sorpresa, la verdad y la mentira.
Amor condicional constituye no solo una revelación literaria, sino el anuncio de la madurez de un escritor dotado para grandes proyectos literarios.