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César Vallejo y Trujillo

La Casa de la Literatura Peruana, y los colectivos Ex Libris-Trujillo, Biciteca, Los 11 de Vallejo, Chisco y la Red Peruana de Mediadoras y Mediadores de Cultura han elaborado el Mapa Literario de César Vallejo en Trujillo, una herramienta útil a través para vincular física y emocionalmente al poeta con una ciudad con la que mantuvo una especial relación.

Siempre nos hemos preguntado cuál fue la relación sentimental que mantuvo César Vallejo con las ciudades donde vivió, particularmente Trujillo, en la que estudió, experimentó su etapa formativa como poeta y padeció uno de sus dolores más terribles: la prisión. Hay respuestas y respuestas. De ahí la importancia de contar con un Mapa Literario de César Vallejo en Trujillo. 

¿Qué tipo de ciudad es la que conoció Vallejo a comienzo del siglo XX? Para empezar un centro urbano pequeño, de no más de 30 o 40 mil habitantes, con preeminencia de una economía rural. Una población que crecía, aunque lentamente, al ritmo de la demanda de azúcar. Sus pobladores vivían del campo, pero en la ciudad, dice Jorge Puccinelli Villanueva. Contaba con un tranvía interno y líneas de ferrocarriles que la unían a Salaverry y a Ascope, una media docena de diarios, teatros y una docena de iglesias. Sus calles eran empedradas y todos los vecinos se conocían.

En realidad, esta ciudad es mencionada con nombre propio pocas veces en sus poemas; en sus cartas aparece de pasada y en sus cuentos y novelas jamás es utilizada como escenario o pretexto. Trujillo está presente en Vallejo como atmósfera vital o como sentimiento de amor-odio, nunca como espacio concreto. El nombre de la ciudad es, por ejemplo, una frágil reminiscencia del paisaje citadino en Nostalgias Imperiales de Los Heraldos negros: “En los paisajes de Mansiche labra/ imperiales nostalgias el crepúsculo (...) Como viejos curacas van los bueyes/ camino de Trujillo, meditando…” ; una vaga referencia cotidiana en el poema XIV de Trilce: “Pero he venido de Trujillo a Lima. Pero gano un sueldo de cinco soles” ; y una suerte de fuente de ensalzamiento histórico y patriotero en el poema circunstancial Fabla de gesta, con el que ganó un premio municipal. 

La austera utilización de Trujillo como nombre propio en su obra no quiere decir que no haya tenido ninguna importancia para su creación y su experiencia vital. Ocurre que es más bien un sentimiento de amor-odio, el cual es posible rastrear bajo múltiples formas, la más intensa de las cuales es sin duda la prisión: “El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del Perú”, dirá luego en un poema.

En Trujillo, no obstante, el autor de Poemas humanos conoció el amor en su dimensión erótica y carnal y la usó como un espacio vital para esos amoríos, del cual no hay referencia nominal, aunque sí afectiva, en algunos poemas de Los heraldos negros y en las cartas que intercambió con sus amigos más cercanos. Y es con estos, con sus “hermanos” de Trujillo; es decir, con sus compañeros de generación — a los que Juan Parra del Riego denominó “La Bohemia de Trujillo”— con quienes trajinó una ciudad.  Sus centros de reunión eran muy visibles y se contaban con los dedos. Para beber y comer: el bar “Americano”, el café “Esquén” (en el jirón Ayacucho), las huertas “Los Tumbos” y “Los Ñorbos” (ambas en el barrio Chicago), los restaurantes "Morillas" y "Valeriano" (frente a la playa de Buenos Aires). Para recitar poesía, escuchar música y sostener encuentros esotéricos: la habitación de soltero de José Eulogio Garrido (en la cuadra cuatro del jirón Independencia, al lado de la Catedral, donde hoy funcionan oficinas de abogados y una tienda de fetiches religiosos), el departamento de Antenor Orrego (en el jirón Salaverry), la casa del músico Daniel Hoyle, conocida como “El Molino” (detrás del actual campus de la Universidad Privada del Norte) y la ciudadela de Chan Chan. Y para espectar comedias y admirar bailarinas ocasionales como Nora Rouskaya, el teatro “Ideal” (en el jirón Orbegoso) y el teatro “Gloria” (en el jirón Independencia).

“La noble, la heroína” trató al poeta como un hijo y, a veces, como un hijastro. No creo exagerar si digo que, a partir de la negra experiencia de Vallejo, Trujillo alberga como un sentimiento de culpa; sentimiento que todos sienten, pero que nadie sabe muy bien cómo sacar de sí. Para liberarnos el poeta nos dejó en ciernes algunas pistas. Recitemos con él: “!César Vallejo, parece/ mentira que así tarden tus parientes,/ sabiendo que ando cautivo, sabiendo que yaces libre!/ ¡Vistosa y perra suerte!/ ¡César Vallejo, te odio con ternura!”. Después, claro, lo amaremos más y definitivamente. 

El Mapa Literario de César Vallejo en Trujillo es muy importante no solo porque reconstruye la trayectoria vital, documentada digamos,  del poeta en la ciudad, en la que estudió, enseñó, se quiso matar por una mujer, padeció discriminación, recibió malas y buenas noticias y sufrió enormes estrecheces económicas, sino también porque resucita su amor-odio con este lugar al que amó profundamente sin casi nombrarlo. Asimismo, es importante porque le ofrece al Perú, y particularmente a los trujillanos, la oportunidad de reivindicarse con el poeta genial al que alguna vez unos malvados quisieron cortarle a mansalva la cabellera que lo distinguía como el genio que fue toda la vida.




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