La ‘cosa que circula’ y nos refleja
Ocho brillantes ensayos escritos por Mateo Díaz Choza colocan sobre la mesa de discusión cuál es el lugar de lo poesía en nuestra sociedad y de qué manera esta ‘cosa que circula’ —Oscar Malca dixit—— se nutre de nuestras complejidades, contradicciones y utopías y, finalmente, nos refleja como país.
En una época en que la crítica parece haberse apartado de la vida pública y confinado en la rigidez académica y en la que el periodismo cultural prácticamente ha desaparecido, un libro como El poema es una cosa que circula. 8 ensayos para discutir la producción poética en el Perú de Mateo Díaz Choza viene a iluminar ciertas zonas oscuras y a poner los puntos sobre las íes en algunos temas cruciales de nuestra tradición poética.
El título del libro actualiza una frase de Oscar Malca pronunciada en 1983 durante un conversatorio sobre poesía peruana organizada por la revista Hueso Húmero: «Ya me parece ridículo seguir repitiendo que la poesía sirve para revolución y las masas populares; la poesía no sirve, es una cosa que circula, que se impregna de lo que está en los círculos sociales, las contradicciones políticas, pero no interviene, no tiene ningún papel», dijo Malca.
La frase aludida encaja, por supuesto, con el objetivo del autor: estudiar al poema, a la poesía, no como «concepto y abstracción institucional», sino como una cosa que, efectivamente, circula; es decir, que se alimenta de las contradicciones y complejidades sociales y políticas, que no es estática, que se mueve, que se desplaza por el ancho mundo de lo culto y lo popular.
En el repliegue de la crítica, el primer ensayo, el autor presenta algunas posibles causas del por qué la crítica se ha apartado de su misión de iluminar la creación y recepción de la poesía: la tendencia de las escuelas de Literatura (las dos o tres que existen) a centrarse en lo académico-teórico y apartarse de lo estético-retórico, de modo tal que se considere, en algunos casos, que es preferible `visibilizar` problemas sociales (la violencia, la situación de la mujer, etc. ) antes que el análisis de los mecanismos de creación o composición de un texto literario —cuando debieran importar los dos enfoques—;el trastocamiento del lugar de la literatura en la sociedad motivado por el poder de la tecnología de la información, lo cual ha replanteado el objeto de estudio de la crítica: del análisis literario se ha pasado al análisis discursivo. Una consecuencia de esto es que la crítica ha renunciado a su rol y ha entregado su objeto de estudio al mercado, volviéndose de este modo una espectadora pasiva. Otra es que «los recuentos de fin de año se hayan convertido en listas en las que solo importa la mención, mas no la lectura […] prefiriendo siempre lo cuantitativo (los rankings, las absurdas ‘calificaciones’) a lo cualitativo».
En el segundo ensayo, La paradoja del Copé, Díaz Choza se pregunta por qué siendo este premio el certamen literario más importante del Perú sus ganadores son unos completos desconocidos y sus libros nadie los lee. ¿A qué se debe esta paradoja? Son varias las posibles respuestas, pero todas se subsumen «en el modo en que hacen las cosas en el campo cultural peruano». Para empezar, los libros ganadores tienen una pésima edición y distribución, están ausentes en los espacios públicos donde debieran ‘circular’ libremente como ferias y librerías comerciales e independientes. A esto se añade que, debido a lo anterior, los libros carecen de reseñas y comentarios críticos con lo cual se reduce drásticamente su repercusión, máxime si se trata de un poeta de provincias sin vínculos con críticos y medios limeños. También juega en contra, agrega el autor, el ‘carácter oficial’ del concurso. Que sea estatal le resta independencia en cuanto a la conformación de jurados, los cuales tienden a repetirse y de esta forma se forman tendencias dominantes que «repercuten en una actitud ‘ estratégica’ de los postulantes», quienes ya saben cuál es el público lector al que se tienen que dirigir. En pocas palabras, los premios como Cope ya no son más medios tradicionales de validación de un poeta y su obra.
Otro ensayo fundamental es La anacronía de lo conversacional: notas sobre la formación de la tradición poética peruana en el que analiza las visiones contrapuestas de Luis Fernando Chueca y José Carlos Yrigoyen. Para el primero, dice Díaz Choza, «[…] durante los 90 el campo poético peruano se fragmenta para romper con la “hegemonía de la conversacional” y así favorecer la aparición de estéticas diferentes», mientras que para el segundo “[…] a partir de los años 60, el grueso de la poesía peruana relevante sigue la línea de lo conversacional […] aquella deudora del ‘británico modo’ y del influjo de T.S. Eliot, Ezra Pound y la poesía anglosajona del siglo XX». El ensayista opta por la segunda visión, pues considera que el canon literario no es estático ni se repite, sino que «se reformula a partir de las tensiones del presente»
En los ensayos restantes, El poeta académico, Montalbetti, Morales Saravia y la carta robada: un debate invisible; ¿Cuál es el lugar del poema?, Poesía y política en el Perú [1963-2019], Otras migraciones y Heraud después de Heraud o el problema del heroísmo, Díaz Choza amplía el problema de la producción y circulación de la creación poética, así como explora en profundidad la poesía peruana como una cosa que circula y, por momentos, parece un espejo de nuestra sociedad.