Breviario de una pasión
Este es un breve recuento conceptual y testimonial sobre el periodismo, un oficio que he ejercido de manera regular desde hace casi cuarenta años. ¿De qué se trata este oficio? ¿De una pasión, de una vocación, de un asunto moral? Difícil saberlo a ciencia cierta. La verdad es que todo esto y nada a la vez. Se llega a él como jugando y luego uno ya no quiere marcharse nunca.
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No hay manual o decálogo para ser buen periodista, sin embargo, según M.A. Bastenier, se necesitan cuando menos algunas condiciones para que el oficio llegue a ser una profesión (reverenciar el lenguaje, automatizar el rigor informativo, servir a la verdad, por ejemplo). Aunque es casi un consenso que el periodismo no se estudia sino se aprende y que se trata de un oficio más que una profesión, siempre es fundamental aprender de las lecciones de los maestros
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En el periodismo se escribe bajo la presión de la inmediatez y bajo el influjo del deber que pregona Alberto Salcedo Ramos: «Puedes escribir sobre lo que quieras: un asaltante de caminos, las enaguas de tu abuela, el escolta del presidente, la caspa de Tarzán, lo triste, lo folclórico, lo trágico, el frío, el calor, la levadura del pan francés o la máquina de afeitar de Einstein. Pero por favor no aburras al lector». No aburrir al lector. Menuda tarea.
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Antaño el periodismo era un oficio, una experiencia que se asumía y ya, ahora los periodistas tienen licenciaturas, maestrías y doctorados, pero la verdad es que esto es solo la cáscara de la profesión. El periodismo es, antes que nada, como dice el cronista Jorge Carrión, una mirada hacia el mundo, un modo de elaborarlo narrativamente, un método de trasmitirlo a quienes están deseosos de saber lo que sucede a su alrededor.
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Cada cambio más o menos profundo del periodismo escrito ha sido llamado "nuevo periodismo". El último de ellos corresponde al periodismo literario o narrativo. El principal desafío del periodismo escrito hoy no es cómo contrarrestar la arremetida de la televisión o Internet como negocios paralelos, sino cómo contar la historia que los lectores ya han visto el mismo día en imágenes vivas o estáticas. En otras palabras, cómo seducir a un lector arisco cuya media de atención en un medio electrónico es menor, mucho menor, que en un medio impreso.
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¿Dónde reside la pasión por el periodismo? ¿En su cercanía con la literatura, en la atracción por el abismo de la hora de cierre o en su profunda ligazón con la belleza del lenguaje?Existen muchas cosas en común entre los dos; por ejemplo, las técnicas y procedimientos narrativos. Un periodista, tanto como un cuentista o novelista, está obligado a dominar las técnicas narrativas y todos los recursos dirigidos a mantener el interés del lector (el dato escondido, las mudas, las cajas chinas, etc.).
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Pero así como existen elementos que unen periodismo y literatura, hay otros que los separan. La realidad es uno de ellos. Mientras un escritor tiene la libertad para convertir a esta en una ficción, ya sea exagerándolo, disfrazándola, volviéndola un infierno o un paraíso o alterándola en general sin ningún límite ―salvo la verosimilitud― el periodista tiene que ser rigurosamente fiel a ella, porque no puede cambiarla o tergiversarla sin que esto implique una grave alteración de la verdad.
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Savater enfatiza en el carácter de servidor público que tiene un articulista y, por lo mismo, en el rol didáctico o lúdico de sus textos. «Un buen escritor de artículos es un acelerador de partículas imaginativas y racionales, lo cual excluye el mero capricho autocomplaciente», añade. Yo estoy de acuerdo con lo primero: con el carácter de servicio público ―hoy tan olvidado― que tiene el periodismo. Sin embargo, no creo que un hombre de prensa esté libre de la tentación narcisista y menos que cumpla a cabalidad con las obligaciones morales y legales de la comunidad.
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El periodismo de hoy necesita, como en el siglo XIX o en los años 60 del siglo XX, que sus herramientas periodísticas, procedimientos narrativos y recursos den otra vez un vuelco de 360°. Debe captar —o entender, comprender o sintonizar, no sé cuál sea el verbo indicado— la revolución sociocultural que vive el mundo en estos tiempos de pandemia. El periodismo narrativo, su más notable expresión, debe indicarnos en principio el camino.
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El periodismo tiene una profunda ligazón con el lenguaje, con la belleza del lenguaje mejor dicho Y esto es seguramente una de las cosas más hermosas de este oficio o profesión. La manía de escribir cada semana se explica en buena cuenta con la necesidad de alcanzar la belleza de las palabras y las ideas. Lo estético en el periodismo se refiere al uso correcto de la lengua, aspiración tan vieja como el oficio mismo de informar. Este uso consiste en dos cosas: conocer y aplicar las normas gramaticales del español y practicar un estilo bello, claro, conciso, preciso, breve y fluido que, además, sea fácilmente entendible por el lector.
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El periodismo es un ímpetu lo más parecido a un placer traidor. Mina en silencio la salud. Ataca a traición. Clava el puñal con disimulo. Mientras el redactor escribe a la volada, el editor mutila a mil por hora los textos y el director grita el advenimiento de la hora de cierre.