Trilce al alcance de todos
A cien años de su aparición, Trilce—considerado como un libro hermético e incomprensible—, conquista nuevos lectores gracias a la publicación de libros como Trilce poema por poema (Pesopluma), una edición comentada de Víctor Vich y Alexandra Hibbett, en la que se ofrece «una lectura renovada y accesible a los lectores del presente».
Trilce no es solo el libro con el que Vallejo rompe con el modernismo, renueva su propia poética e inicia la modernidad literaria peruana, como sostiene Víctor Vich, sino un libro difícil de asimilar, por no decir comprender.
Y es difícil por una serie de razones que tienen que ver con el autor y con el lector. Con el primero, porque escribe un libro siguiendo los cauces de su instinto y genio creativo que lo enfrenta con los límites y las posibilidades del español. Vallejo, en este sentido, opta por fracturar los convencionalismos lingüísticos hasta llegar, por momentos, a la incomunicación.
César Vallejo escribió su libro revolucionario con sinceridad. Nada en él es artificial o se rige por el puro juego verbal. Es una creación que responde a una necesidad imperiosa: hacer decir a las palabras lo que el sentimiento manda; y si el lenguaje se opone, convertir ese lenguaje en algo propio, manipulable y nuevo, sujeto a la voluntad y a los vaivenes emotivos del creador. Vallejo escribió Trilce“en difícil”, porque no lo podía hacer de otra manera.
Y con el lector, porque lo coloca ante un libro que parece estar fuera de época, escrito con un español extraño en el que el autor combina la coloquial con los métodos del modernismo; un lenguaje que desconcierta a la mayoría de los lectores, incluidos los poetas e intelectuales de su generación, salvo algunos cuantos como Antenor Orrego, José León Barandiarán. Jorge Basadre, Estuardo Núñez y algunos más.
Conforme han pasado los años y César Vallejo se ha vuelto un poeta universal ―aunque no necesariamente el más leído, por lo menos en el Perú— una serie de estudiosos de su obra se han dedicado a escudriñar e interpretar, desde distintos ángulos, el significado, sentido y trascendencia de los poemas que componen Trilce.
Todo comienza con el célebre prólogo de Trilce escrito por Antenor Orrego y los artículos con los que José León Barandiarán defendió en un diario de Chiclayo, en la época de su aparición, el valor del desconcertante libro. Hay otras publicaciones posteriores como El escándalo acerca de Vallejo. Trilce y el diario El Norte de Jorge Puccinelli Villanueva y Los móviles existenciales de Trilce de Alfredo José Delgado Bravo que han esclarecido muchos de los aspectos ocultos del libro: uno, presenta un recuento detallado de la polémica que generó su aparición en los diarios de Chiclayo; y, el otro, es un estudio sobre la actitud estético vital y el tratamiento de la existencia cotidiana en los versos que lo integran.
En 1989 apareció el primer libro que se dedicó de interpretar cada uno de sus 77 poemas: Las palabras de Trilce de Marco Martos y Elsa Villanueva. En este, gracias a su «minuciosidad léxica y la profundidad de sus interpretaciones» se iluminaron gran parte de los temas y significados que mantenían al libro como ‘impenetrable’.
Este año, con motivo de la conmemoración de los cien años del libro emblemático del poeta de Santiago de Chuco, se han publicado dos libros clave. El primero es un rescate de Trilce (Revuelta Editores)con los ensayos introductorios y cometarios de cada uno de los poemas de Mariano Iberico, Yolanda Westphalen y M. E. Gerbolini. Y el otro es Trilce poema por poema(Pesopluma), una edición comentada de Víctor Vich y Alexandra Hibbett. Y es a este último al que me quiero referir.
Trilce poema por poema, a diferencia de los libros citados, no se queda en la interpretación lexicográfica, filosófica, literaria o lingüística, sino que, como dice Alexis Iparraguirre, consigue «[…]referir, desde la claridad y para lectores no especializados, las escenas que figuran los poemas, sus acciones, sus reflexiones y, sobre todo, el espectro de emociones que pulsan, de modo que exponen su vitalidad intensa, una experiencia a veces difícil incluso para especialistas. Igual de importante: sus comentarios se fundan en información proveniente del estudio de la abundantísima bibliografía vallejiana que se consigna al final y de algunos hallazgos propios de los autores, pero resultan tan bien integrados en una prosa expositiva transparente, concisa y amable a la vez que el no iniciado no tiene cómo verse abrumado por ellos -porque no los nota- y el especialista es capaz de identificarlos y los disfruta y agradece porque son muestra del notable rigor profesional con que los textos han sido elaborados».
De modo que los lectores disponen ahora de abundante material para aproximarse de manera más amable, más trasparente y certera al universo del libro que cambió la poesía peruana. Pienso ahora en los innumerables lectores que el libro debe haber perdido por la carencia de estudios como estos y del poco tino de recomendar lecturas difíciles sin el acompañamiento de herramientas interpretativas auxiliares. Y pienso también en los innumerables, nuevos, entusiasmados y leales lectores que, gracias a los brillante comentarios de Víctor Vich y Alexandra Hibbett, Trilce habrá de conseguir cien años después de su primera publicación.