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¿Esfumarse o permanecer?

¿Qué se necesita para atravesar las leyes del tiempo, la cultura de una época y arraigarse en el imaginario de los lectores? Buena parte de las repuestas a esta pregunta residen, sin duda, en el arte modélico de la Odisea: construcción compleja de personajes, uso original de la lengua, pluralidad de sus significados e introducción de técnicas narrativas novedosas.

 Leo Odiseicas. Las mujeres en la Odiseade Carmen Estrada y me asalta, otra vez, la pregunta acerca de la perdurabilidad de un libro: ¿a qué se debe que este se esfume o permanezca en el tiempo, en la imaginación de los lectores? ¿Por qué libros como La Ilíada y la Odisea han llegado plenos de vida a nuestros días?

La mayoría de los autores coinciden en dos razones por las que escriben: 1) un profundo desacuerdo con el mundo y 2) el placer de reconstruir con un poco de belleza ese mundo con el que se está en desacuerdo. Es decir, el acto creador es algo así como un proceso de construcción y deconstrucción. Ambos actos, por supuesto, están relacionados entre sí.

Los autores entonces saben por qué y, probablemente, para qué escriben, pero nunca está bajo su control la suerte que correrá lo que escriben y publican. Puede, incluso, que hagan cálculos, estudien gustos y necesidades y busquen satisfacer directamente a los lectores. Aún así, el provenir de un libro es siempre un albur.

La historia de la literatura está llena de anécdotas acerca del éxito de libros que parecían condenados al fracaso y al revés: de libros que se publicaron con gran auspicio, pero terminaron, junto a sus autores, siendo pasto del olvido. ¿Qué se necesita para llegar a la condición de escritor perdurable? ¿Basta el éxito de ventas o la fama o más bien una mezcla de talento, esfuerzo y casualidad? Lo importante, dicen otros, es llegar al corazón de los lectores.

Unos dicen que la literatura es un arte de minorías y otros que no, pues basta con ver la cantidad de libros y autores que son éxitos de venta. Unos dicen que la literatura es para los intelectuales y los escritores y otros que no, pues así lo demuestran los miles de ciudadanos que visitan las ferias de libros cada año.

En realidad, todas las afirmaciones son ciertas a condición de aclarar que entendemos por literatura. Si nos referimos al  «oficio (ocupación habitual) que emplea como medio de expresión una lengua», sin duda debemos admitir que la literatura vende, y mucho. Allí tenemos a los libros de autoayuda, cocina y de entretenimiento en general. Sus autores tienen objetivos económicos muy definidos y, sobre todo, cuentan con el olfato y las herramientas básicas para lograr su cometido.

Pero si hablamos de la literatura como el «arte que emplea como modelo de expresión una lengua», estamos hablando de cosas mayores, pues «arte» implica una actividad muy compleja cuyo objetivo central es conmover al lector. Para llegar a su meta, un autor tiene que convertirse en un artista; esto es, alguien dotado y preparado técnica y emocionalmente para producir belleza.

En Odiseicas. Las mujeres en la Odisea, Carmen Estrada ofrece indirectamente, mientras analiza el rol de la figura femenina en la célebre epopeya de Homero, las razones de por qué luego miles de años seguimos leyendo ese libro. ¿Qué de especial tiene? ¿Por qué caló en el imaginario popular de todos los tiempos?

La Odisea es, en principio, una obra de arte, una obra de arte genial y como consecuencia de esto estableció una serie de modelos, como, por ejemplo, la construcción de personajes, especialmente los femeninos, ricos en caracteres, en fuerza dramática e identidades complejas, ajenas por completo a los estereotipos impuestos por una sociedad griega patriarcal y misógina. “Ningún otro relato épico tiene tantas mujeres individualizadas entre sus personajes y en ningún otros son tan complejas y variadas. La mirada del autor, quienquiera que fuese, es realmente peculiar”. (p. 15)

Como libro clásico, la Odiseatiene la virtud, dice la autora, de que se puede leer e interpretar desde su contexto, pero también desde cada momento histórico y cultural. En este sentido, esta epopeya “fue capaz de trascender su cultura y convertirse en patrimonio cultural de la humanidad. Un patrimonio, móvil, maleable, recreable, adaptable”. (p. 19)

Otro valor modélico es la lengua con que fue escrito.  El autor, dice Carmen Estrada, empleó una variante de griego no natural, sino más bien artificial, de un griego que no se hablaba todos los días, pero que todo el mundo podía entender, pues se parecía al de la gente común. Exactamente como miles de años después haría Juan Rulfo con el español de los campesinos mexicanos en su novela Pedro Páramo. Así no hablaban exactamente ellos, sino muy algo muy semejante.

Por último, están los aportes técnicos. Miles de años antes de que se publicara Ulises de James Joyce o las novelas William Faulkner y toda la línea de novelas trasgresoras, la Odiseaempleaba, contraviniendo las leyes de la épica de su tiempo, técnicas narrativas novedosas como los flashbacks, los relatos paralelos y distintas voces narrativas, no solo la del narrador principal.

El quid del asunto, al parecer,  no es llegar a ser famoso y vender miles de libros, sino lograr lo que consiguió el autor de la Odisea: escribir una obra de arte modélica, un ‘clásico’ en pocas palabras.  

 


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