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Las décadas prodigiosas

Las primeras décadas del siglo XX son el momento propicio en el que surgen las vanguardias, las provincias desplazan a Lima en el control absoluto del poder cultural y se legitiman las voces subalternas de la cultura. Constituyen también el contexto idóneo para el surgimiento de figuras del arte y la literatura que luego adquieren categoría universal.

En las primeras décadas del siglo XX, en el Perú y en América Latina, una brillante generación de autores acogió, lideró y aplicó los postulados de lo que se llamó arte nuevo o vanguardista. El ámbito en el que este se radicalizó especialmente fue la poesía.

En el Perú se trató de un fenómeno nacional, toda vez que, como dice Marta Ortiz Canseco en su libro Poesía peruana 1921-1931.Vanguardia + indigenismo + tradición, este momento estelar del arte surge cuando “el Perú vive la primera de sus descentralizaciones, con reivindicaciones sociales, económicas y culturales que nace con fuerza en las provincias” (p. 17).

Con la llegada del vanguardismo se reactualiza la discusión sobre la condición del indio peruano y, con ello, las polémicas en torno las oposiciones entre modernidad y tradición, capital y provincias, y centralismo y descentralismo. De manera que este nuevo escenario involucró a todos, o casi todos, los poetas, pintores, escritores e intelectuales del país.

Pero el fenómeno descrito no ocurrió en todas partes. Tuvo sus polos. En el Norte, en Trujillo, se formó “La Bohemia de Trujillo”, un grupo liderado por Antenor Orrego y en el que surgieron figuras políticas como Víctor Raúl Haya de la Torre y poetas como César Vallejo. En Arequipa, coexistieron los grupos “El Aquelarre”, “Anunciación” y “Los zurdos de Arequipa”, en los que que militaron, entre otros, Percy Gibson, César Atahualpa Rodríguez, Alberto Hidalgo y Alberto Guillén. En Puno, nació el grupo “Orkopata” que editó el célebre boletín Titikaka, grupo que lideraron los hermanos Arturo y Alejandro Peralta. En Cusco, se fundó el grupo “Renacimiento” del que formaron parte Luis E. Valcárcel y Uriel García.

El contexto político en el que ocurre este fenómeno es el llamado “Oncenio de Leguía”, un periodo de nuestra historia, en el que este político intenta fundar la Patria Nueva y arrebatarle el poder a la oligarquía para trasladársela a las clases emergentes o medias. Durante este tiempo se llevan a cabo una serie de reformas en diversos campos de la realidad, sin embargo, las estructuras de dominación y poder permanecen intactas. Es decir, se trata de una coyuntura en la que aparecen una serie de sujetos sociales que enfrentan una sociedad caracterizada por “la disgregación, la extrema complejidad de sus diferencias internas , tanto étnicas como clasistas, y la presencia constante de un otro” (subalterno), dice Ortiz Canseco (p.18).

Nuca antes las provincias habían tenido un rol protagónico. Lima, por este tiempo, deja de marcar las pautas y dictar los modelos y estilos de hacer arte. El poder cultural se ha trasladado, por decirlo de alguna manera, al interior, a ciudades del Norte y el sur andino. “El sistema cultural estaba totalmente anquilosado y la reforma cultural tuvo que venir de las provincias”, dice Ortiz Canseco (p. 13).

¿Pero cuáles eran en concreto las condiciones que hicieron posible este fenómeno de alcances nacionales? En el ámbito político tenemos la irrupción de procesos socio-políticos impulsados por Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui, los cuales respondían a las necesidades planteadas por una nueva clase media emergente y a una visión del Perú como un todo. Por primera vez fluía el diálogo entre el centro y la periferia. “Un movimiento incesante entre Lima y las provincias” (p.7) , le denomina la autora citada.

En el ámbito educativo, el gobierno de Augusto B. Leguía estableció la educación obligatoria, pero no aproximó esta a las clases populares, de manera que los sectores medios ilustrados tuvieron que buscar su propio acceso a las esferas culturales, dialogar con sus pares de otras partes del país y buscar un lugar desde el cual legitimar y hacer oír sus voces.  Ese lugar y esas voces fueron muchas veces revistas como Amauta o el boletín Titikaka.

En lo social, se produjeron, dice Ortiz Canseco, grandes olas de migraciones que llevaron a miles de jóvenes a Lima o a las capitales de departamento para estudiar en las universidades o ejercer el periodismo, que es otra de las disciplinas que adquirió en esos años un impulso especial gracias a la calidad de quienes lo ejercían (poetas y narradores en su mayoría). Es lo que sucedió en Trujillo,  ciudad en la que estudiaron César Vallejo y Antenor Orrego (ambos provenientes del interior de La Libertad y Cajamarca) y en la que los integrantes de La Bohemia dirigieron, escribieron y agitaron conciencias desde la tribuna que les ofrecían los diarios. Por esta razón, investigar cuál fue el rol de la prensa en estas décadas es una tarea pendiente. 

Esas dos primeras décadas del siglo XX son, además del escenario en el que se legitima un nuevo arte, el periodo en el que se forman autores como César Vallejo, quien luego, con el paso de los años, alcanza estatus universal. ¿Volveremos en nuestra historia cultural a tener un momento estelar como este?

 

 

 

 

 

 


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