Trilce y el annus mirabilis 1922
Trilce de César Vallejo, por su carácter revolucionario e inclasificableforma parte de ese grupo de libros que, coincidentemente, se publicaron en 1922 y cambiaron para siempre el destino de la literatura universal gracias a su carácter trasgresor y original.
Se afirma que 1922 fue para la literatura universal un annus mirabilis; es decir, un ‘año extraordinario’, un ‘año de maravillas’ debido a que nunca antes, dice el ensayista Cristhoper Domínguez, escritores, artistas e intelectuales «fueron tan conscientes de estar empezando una nueva época».
En realidad, 1922 es célebre porque es el año en que se publicaron algunos de los libros más importantes de la era moderna, esos que cambiaron la historia de la narrativa y la poesía. Todos conocen que Ulises de James Joyce y La tierra baldía de T.S. aparecieron en ese annus mirabilis, pero pocos saben que no son los únicos libros y tampoco los únicos acontecimientos de esa mítico año.
Para empezar, es el año en que muere Marcel Proust. En la lista de libros publicados figuran también el Tractatus logico-philosophicus de Ludwig Wittgenstein (publicado en 1922, pero con una edición de 1921 que su autor calificó de ‘pirata’), y El cuarto de Jacob de Virginia Wolff. Y, claro, un libro trascendental para el mundo de habla hispana: Trilce de César Vallejo.
Es un consenso considerar la novelaUlisescomo ‘revolucionaria’, como punto de quiebre de la narrativa del siglo XX; el poemario La tierra baldía como el que trastocó las técnicas de la composición en el siglo XX; el Tractatus logico-philosophicus como un intento dereducir el mundo a la lógica pura;y El cuarto de Jacob como un texto que borró «los límites entre acción, lirismo y pensamiento» dentro de la narrativa.
Autores y libros tienen en común varias cosas: aparecen tras la debacle de la Primera Guerra Mundial, se insertan en una especie de crisis personales que devienen en revoluciones formales, particularmente en el lenguaje; y son una negación, en cierta forma, de una tradición. Esto es muy evidente en el caso de los libros de Joyce, Wittgenstein y Vallejo.
A nosotros, por obvias razones, nos interesa poner los ojos y la atención en Trilce, un libro inclasificable y ‘adelantado’.«Su modernidad les debe menos a las vanguardias de la época que a su apuesta por un lenguaje radicalmente libre […] En Trilce, hay gérmenes de una explosión humana, que solo puede encarnarse en una nueva lengua: “Madre dijo que no demoraría” (III); “Todos han partido de la casa en realidad, pero todos se han quedado en verdad. Y no es su recuerdo lo que queda sino ellos mismos” (Poemas humanos). De la promesa a la restauración de la presencia, aquella voz –esta es su fuerza– traspasa la ausencia. Vallejo disipa siempre la angustia que puede suscitar en mí. Es un misterio luminoso», dice Sévana Karaléklan.
César Vallejo, debo decirlo, escribió su libro revolucionario con sinceridad. Nada en él es artificial o se rige por el puro juego verbal. Es una creación transparente, que responde a una necesidad imperiosa: hacer decir a las palabras lo que el sentimiento manda; y si el lenguaje se opone, convertir ese lenguaje en algo propio, manipulable y nuevo, sujeto a la voluntad y a los vaivenes emotivos del creador. Vallejo escribió Trilce‘en difícil’, porque no lo podía hacer de otra manera.
La escritura de Trilce se inscribe dentro de una visión radical del uso del español. En este sentido, César Vallejo llevó hasta los límites máximos el español. Lo hizo por necesidad, por un deseo ferviente de representar sus identidades sociales, su universo local, su lenguaje andino, la identificación con el otro, su cristianismo, su vocación marxista, la totalidad de su yo creador y su yo social. En este camino, se apropió y desmanteló los significados de su lengua, subvirtió el lenguaje convencional, agotó sus posibilidades al máximo. Hizo con el español algo parecido a lo que hizo Joyce con el inglés: lo llevó hasta el límite y con ello dejó un margen de maniobra muy pequeño a los poetas que iban a desarrollar sus obras creativas a lo largo de siglo XX.
Vallejo dejó el español en escombros. ¿Qué ha quedado de esta lengua de esta lengua a los creadores post-Vallejo? Este traerse abajo el muro semántico y sintáctico del español peruano ha colocado a los creadores, consciente o inconscientemente en una especie de pantano del que es muy difícil escapar. ¿Qué les queda tras la aventura radical de Vallejo? ¿Inventar un estilo, cambiar de código, asomarse a los bordes espeluznantes de la imitación o guardar silencio?
Pienso en el vanguardismo hermético y en la audacia arcaizante de Martín Adán, en los versos surrealistas de César Moro y Emilia Adolfo Whestphalen, en los registros simultáneos de Jorge Eduardo Eielson, en las estructuras del coloquialismo anglosajón reproducidos por los poetas más importantes de la generación del 60 o en la incorporación de la realidad integral que obsesionó a los integrantes de Hora Zero.