Los 90 años de El tungsteno
Una edición facsimilar y un libro que presenta las diversas formas en que fue recibida en la prensa de Europa y Latinoamérica recuperan la importancia de El tungsteno de César Vallejo, una novela que sigue la tradición de denuncia y protesta social iniciada por Clorinda Matto de Turner en 1889.
Pero este año que finaliza se han cumplido los 90 años de un libro que no tiene el hermetismo y el misterio creativo de Trilce: la novela El tungsteno, publicada en Madrid por la editorial Cenit en marzo de 1931. En realidad, su valor, al margen de lo estético, como dicen Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi, reside en que se trata del «texto narrativo de mayor extensión que produjo el poeta», «un intento de Vallejo de escribir una novela entonces llamada proletaria» y «un testimonio de una inflexión tanto ideológica como estética». Por nuestra parte, agregaríamos que la novela es una muestra del talento abarcador de quien se desplazó con el mismo ímpetu creativo, aunque con resultados desiguales, por casi todos los registros y formatos literarios. Muy pocos de su generación —por no decir nadie— logró ese cometido.
Cuando Vallejo muere en 1938, era un poeta y un intelectual casi desconocido. Con el tiempo hemos llegado a saber que Rusia 1931 fue su libro más editado. Lo que no sabíamos hasta ahora es que su novela El tungsteno fue traducida al ruso con un tiraje de tres mil ejemplares y al ucraniano con un tiraje de nueve mil ejemplares y que Vallejo intentó que fuera traducida al alemán y al francés, pero nunca lo logró. Esta información se la debemos a Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi, quienes acaban de publicar dos volúmenes de extraordinaria valía: una edición facsimilar de la novela y un texto que recoge las reseñas y los comentarios periodísticos que suscitó su aparición: Sobre El tungsteno de César Vallejo.
La conversión al marxismo de César Vallejo generó una serie de cambios e ideas nuevas en su proceso creativo. En su poesía, los resultados se pueden ver en Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz. En su prosa narrativa y teatral, los productos no alcanzan, digamos, esa misma intensidad y altura, pero sí nos permiten vislumbrar al creyente en el acontecimiento político y la justicia social del que habla Víctor Vich.
¿A qué se refiere la editorial Cenit cuando presenta en 1931 a El tungsteno como una novela proletaria? ¿Qué era para los escritores y los ideólogos de izquierda de antes de la Segunda Guerra Mundial una novela con ese nombre? Para la editorial, se trataba de un fruto surgido del contacto de un escritor con las masas obreras. Para un traductor y escritor ruso como Fedor Kelin era, desde una perspectiva ortodoxa, la consecuencia de un compromiso político consistente en narrar las luchas sociales de los pueblos oprimidos por el imperialismo norteamericano. No obstante, el libro no logró encajar del todo con la ideología del país de los soviets.
Fedor Kelin, el traductor de la novela al ruso, le reprocha los rezagos pequeño burgueses presentes en la construcción del personaje Léonidas Benites, así como la inautenticidad y desconexión social y programática del herrero y dirigente Servando Huanca. Afirma, además, que Vallejo no sabe establecer lazos entre lo individual y lo colectivo en desmedro de la veracidad de la novela. La escritora rusa Alexandra Mingulina le critica un ‘erotismo exótico’ gratuito en la medida en que narra con ciertos detalles las relaciones sexuales entre los patrones y las indias esclavizadas. No olvidemos que en las traducciones al ruso y al ucraniano estos pasajes fueron mutilados y, en algunos casos, suprimidos del todo, puesto que no correspondían con la idea de la novela proletaria ortodoxa. La recepción de la novela en la prensa española y latinoamericana tuvo otros matices. En España reconocieron la eficacia con que representó las lucha social y política de sus compatriotas. Sus amigos Luis Alberto Sánchez y José Eulogio Garrido advirtieron, por su parte, los giros ideológicos de que se había impregnado su literatura. El primero sostuvo que El tungsteno era una obra de propaganda más que de tesis; y el segundo, señala que la «doctrina y la práctica comunista los ganaron como prosélito convencido y esperanzado». Ninguno de los dos, por cierto, esperaba algo distinto.
En 1931, el argentino Salomón Wapnir llamó la atención sobre el carácter social y americano de la novela escrita por un entonces joven Vallejo. A noventa años de su publicación, Carlos Fernández y Valentino Guanuzzi sostienen lo siguiente sobre ella: «Es un paso adelante en la tradición de novelas que protestan contra el maltrato y la explotación indígena, y que había iniciado en 1889 con la aparición de Aves sin nidode Clorinda Matto de Turner. El tungsteno se inserta dentro de esta tradición desde una perspectiva marxista […]».