El lenguaje: género e inclusión
En una primera parte de este artículo nos referimos a las relaciones entre el significante, el significado y el sentido, así como a la dudosa e irreal acusación de ‘machista’ al lenguaje. En esta segunda parte, indagamos sobre cómo el lenguaje, sin perder, su practicidad, puedes ayudarnos a forjar una sociedad inclusiva e igualitaria sin perder su naturaleza.
En un artículo anterior nos ocupamos de las diferencias entre significante, significado y sentido. Dijimos que si las conociéramos de antemano evitaríamos ruidos en la comunicación. El quid del asunto está en la utilización correcta del contexto, el cual altera el sentido de las palabras en el plano oral y escrito.
También nos referimos a las relaciones entre el lenguaje y la realidad. Hay quienes piensan, como un sector del movimiento feminista radical, que el lenguaje es machista per se y altera la realidad; y hay quienes, como el periodista Álex Grijelmo en su libro Propuesta de un acuerdo sobre el lenguaje inclusivo, afirman —y estamos de acuerdo— que es más bien la realidad la que altera a los significantes, significados y sentidos.
El lenguaje que se aborda desde el feminismo asume como un hecho indiscutible, por ejemplo, que el patriarcado tiene una relación de causa-efecto con el dominio del género masculino frente al femenino; es decir, que por ejemplo la voz amigo es discriminatoria en tanto su significante se refiere a los hombres y no a las mujeres. En pocas palabras, porque no incluye el sufijo a.
Todos sabemos, desde tiempos inmemoriales, que la voz amigo es genérica en el plural y que si decimos “Bienvenidos, amigos” nos referimos —si hay hombres y mujeres en el contexto social en el que nos encontramos— a personas de ambos sexos y que, por lo tanto, entre el vocablo aludido y el machismo sospechado no hay una relación de causalidad. Es verdad que en la lengua oral y escrita ocurren muchas veces usos sexistas que se deben desterrar, tipo el empleo repetitivo y abusivo de la voz hombre cuando podría usarse ser humano y persona en su lugar.
Álex Grijelmo señala en su libro citado que masculino genérico (tipo el vocablo amigo) se originó en el indoeuropeo (acaso la lengua que dio origen a todas las demás) hace miles de años y no con un propósito de dominio, sino con la idea de la visibilización del género femenino; es decir, cuando “las hembras se hicieron presentes en el idioma”.
Para explicar el fenómeno anterior (el surgimiento del género femenino a partir del género masculino), Grijelmo emplea la idea del prototipo (modelo para fabricar otras cosas o seres iguales). Supongamos que una profesora pide en clase a sus estudiantes que dibujen a una persona. Ante la solicitud, los niños trazan un círculo como cabeza, una línea vertical como tronco y dos líneas horizontales y dos oblicuas como extremidades.
Cualquiera que observe el dibujo entenderá que se trata de una persona, por lo tanto, incluye a una mujer, a un negro, a un manco, a un ciego, a un cojo; a todos los seres humanos sea cual fueren sus particularidades. Aquí, el prototipo opera en un contexto universal de no exclusión.
Podría ocurrir que a continuación la profesora pidiera asimismo a sus estudiantes que representen en un dibujo a una mujer. ¿Qué hacen los estudiantes [otra voz en genérico masculino]? Pues siguen las mismas pautas del dibujo anterior: trazan la línea horizontal y luego las horizontales y oblicuas, solo que añaden al dibujo esquelético un triángulo a manera de falda. Los dibujos que simbolizan a una persona y a una mujerson distintos y no expresan lo mismo conceptualmente. ¿Por qué? Por un rasgo específico: la falda. La aparición de este prototipo (mujer) convierte al prototipo persona en la representación de un hombre, aunque el dibujo de este incluyera también, antes de la separación de significados, a la mujer.
La lengua es un sistema con sus usos y costumbres y, como tal, puede ayudar a construir una sociedad igualitaria. No tengo la menor duda. Así lo piensa y siente la Academia, que ha empezado a erradicar usos discriminatorios de la lengua en el Diccionario. También podrían acogerse propuestas feministas como nombrar en femenino los grupos o profesiones donde predominan las mujeres. Incluso acogerse el empleo moderado de las duplicaciones (señor y señora, amigos y amigas, profesoresy profesoras) sin afectar el principio de la economía del esfuerzo y el pragmatismo de las comunicaciones. Sin embargo, no se puede decir sin demostrarlo de verdad que el lenguaje es en sí mismo machista.
El día en que la violencia machista, el patriarcado normalizado, la brecha salarial, el abuso de los hombres en el hogar y la desigualdad en el trabajo se reduzcan a su mínima expresión o desaparezcan, probablemente adquirirán otros significados y sentidos, más igualitarios e inclusivos. Será sin duda como resultado de nuevas realidades y de nuevos contextos que marcarán su influencia sobre el lenguaje. Entonces las palabras, mejor dicho sus sentidos y significados, ya no serán las mismos. Los hombres y las mujeres tampoco.