Significante, significado y sentido
Muchos malentendidos o situaciones de miseria verbal podrían evitarse si manejáramos en su justa dimensión los conceptos de significante, significado y sentido, con lo cual, además, tomaríamos conciencia de que es la realidad, debido al rol del contexto, la que altera el sentido de las palabras y no al revés.
“Entenderse es una miseria” es una frase no solo rotunda y poderosa, sino también reveladora: he ahí la piedra de los doce ángulos de la comunicación. Para la mayor parte de los seres humanos llegar a un nivel de comprensión mutuo con nuestros interlocutores es siempre, o la mayor parte de las veces, una situación de «estrechez o pobreza extrema», como dice el Diccionario de la Lengua Española (DEL) acerca de la palabra miseria.
Y lo es por razones intencionales y no intencionales. Las primeras, son aquellas que están basadas en la ideología, la religión, los prejuicios o los dogmas de cualquier índole; las segundas, las que tienen que ver con la ignorancia, la impericia lingüística y la incapacidad verbal.
Pero la miseria verbal no es solo la única expresión del fracaso comunicativo, también lo es la comprensión lectora, eso que los maestros y especialistas llaman capacidad para entender lo que se lee en el nivel del significado de las palabras como en el nivel global de un mensaje. Y si extendemos este concepto a la oralidad, diríamos que se refiere a la incapacidad para entender lo que se escucha.
El fracaso o la miseria de entendernos se debe en buena parte a que no sabemos diferenciar el significante, el significado y el sentido cuando hablamos o escribimos o cuando oímos y leemos. Para empezar, la lengua, dice Alex Grijelmo, «no es la realidad, sino una representación de la realidad. Una representación de la realidad influida por la realidad». Y como se trata de esto, hay que andarse con cuidado, con mucho cuidado. Y, sobre todo, hay que poner mucha atención con la parte final de la cita de Grijelmo: «Una representación de la realidad influida por la realidad», que quiere decir que lo que se dice en un mensaje depende mucho del contexto. ¿Y qué es el contexto? Según el DEL, es el «entorno lingüístico del que depende el sentido de una palabra, frase o fragmento determinados». Aunque parezca mentira, muchos de los malentendidos o situaciones de miseria se podrían evitar si sabemos verter palabras usando el contexto común.
Para entenderlo mejor, dice Álex Grijelmo en su libro Propuesta de acuerdo para el lenguaje inclusivo, hay que establecer primero la diferencia entre significante, significado y sentido, ya que, al no saber diferenciarlos, como dijimos al comienzo, genera la desdicha verbal a las que aludía Jorge Luis Borges en la entrevista con César Hildebrandt.
El significante es la palabra pronunciada o escrita (letras o sonidos) que nos remite a una imagen o significado, que viene a ser la idea, contenido, concepto o función que tenemos a partir de ese significante; mientras que sentido es la suma de significados o también —puntualiza Grijelmo— «el significado más el contexto».
Citemos uno de sus ejemplos para entenderlo mejor: «Pensemos en el significado de una expresión como “¿Me puede decir por dónde se va a la Plaza Mayor?” cuando la plantea un paseante despistado o perdido a un transeúnte con el que se cruza. La persona abordada puede responderle: “Lo siento, no soy de aquí”. El significado de esta contestación nos informa de que esa persona no vive en la ciudad, pero con ello no da razón exacta de si le puede indicar el camino, que es lo que se le había preguntado. Eso sí, quien preguntó lo deducirá enseguida porque quien no vive en un lugar no suele conocer sus calles y vericuetos. El significadoes, por tanto, “no soy de aquí”; pero el sentido dice “no sé por dónde se va”. Para llegar a éste, el forastero perdido hará el siguiente razonamiento: “Como no vive aquí, no conoce la ciudad, y por tanto no puede decirme por dónde se va a la Plaza mayor”».
Suprimir el contexto significaría creer que son las palabras las que alteran la realidad, cuando es al revés: «que es la realidad la que altera el valor de los significantes; la que cambia la percepción de las palabras». Grijelmo afirma que esto sucede con la expresión mujer pública, la que hace mucho tiempo atrás era aplicable a las prostitutas y en el presente es más bien aplicable a las mujeres que ejercen cargos públicos; una congresista o una líder de opinión, por ejemplo.
Las diferencias conceptuales señaladas por Álex Grijelmo en su libro Propuesta de acuerdo para el lenguaje inclusivo han sido, en realidad, hechas para discrepar con el lenguaje que se aborda desde el feminismo, el cual, dice él, “prescinde a menudo del contexto”, e ignora que este controla el uso del lenguaje, de modo que no es que un lenguaje sea machista per se, sino que las palabras se cargan más bien de las ideas o contenidos de la realidad en la que se pronuncian o se leen. Pero este tema será, seguramente, motivo de otro artículo.