García Márquez y las amistades literarias
Cien años de soledad, según nuevas revelaciones, no fue solo producto del talento y la imaginación privilegiada de Gabriel García Márquez. En su creación participaron también sus amigos más leales y queridos con ideas, datos y sugerencias claves para el éxito editorial de la mítica novela
El escritor y periodista catalán Xavi Ayén reseñó hace poco un libro que acaba de publicarse en inglés, Ascent to glory de Álvaro Santana-Acuña, un ensayo en el que se cuenta cómo se escribió Cien años de soledad y cómo logró convertirse en un clásico; es decir, en un libro al que todos los lectores buscan o vuelven.
Se ha escrito mucho acerca de cómo fue el proceso de gestación y cuánto le costó a Gabriel García Márquez (GGM) concluir su famosa novela. El propio autor ha contado un varios escritos y entrevistas el proceso. En su ensayoLa novela detrás de la novela, el Nobel colombiano escribió: "De pronto, a principios de 1965, iba con Mercedes y mis dos hijos para un fin de semana en Acapulco, cuando me sentí fulminado por un cataclismo del alma tan intenso y desgarrador que apenas si logré eludir una vaca que se atravesó en la carretera”.
El libro de Álvaro Santana-Acuña, por lo que comenta Ayén, añade mucha más información y detalles como, por ejemplo, cuál fue el grado de participación de sus amigos en la creación del libro. Ascent to gloryes, dice Xavi Ayén, una especie de making of en tanto describe los catorces meses que empleó GGM en escribirla recluido en un cuarto que llamaba ‘La cueva de la mafia’.
Al mismo tiempo, el libro es una caja de sorpresas respecto a la participación de sus amigos más leales y sinceros en la creación de Cien años de soledad. Cada de uno de ellos fungía de fact- cheker. El resultado: una magnífica y bien orquestada corrección colectiva y un GGM más seguro de lo que había creado. Uno de los primeros aportes fue el de Emmanuel Carballo, quien contribuyó con 250 correcciones ortográficas con el fin de darle fluidez al relato. A este le siguieron los aportes de Carlos Fuentes (algunas ideas sobre la novela), Plinio Apuleyo (que buscara el tono entre los ecos de Quevedo, Góngora y Lope de Vega), y Federico Álvarez (que siguiera el ritmo barroco de Alejo Carpentier en El siglo de las luces).
Los verificadores de datos y consejeros fueron más: el poeta José Emilio Pacheco (con información sobre la piedra filosofal), Álvaro Mutis (con ideas sobre el sentido poético) y Vicente Melo (con datos sobre las propiedades de las plantas). María Luisa Elío y Jomí García Ascot, la pareja a quien está dedicada la novela, contribuyó con detalles sobre el vestuario y la idiosincrasia de los caribeños.
El rol de los integrantes de la ‘mafia mexicana’ no fue como el de Ezra Pound en la escritura de La tierra baldía de T.S. Eliot, o el de Maxwell Perkins en la corrección de los libros deF. Scott Fitzgerald y Ernst Hemingwayy Thomas Wolfe, o el de Gordon Lishen el pulimiento de los libros de Raymond Carver. Todas estas colaboraciones fueron más bien de índole editorial.
Lo que GGM tuvo a su favor fue una camarilla de gente creativa y noble, amigos más que nada, quienes no dudaron en darle consejos o buscar en archivos y bibliotecas los datos que necesitaba el GGM para construir a sus personajes y levantar un universo macondiano verosímil. Digamos que esto debería ser lo normal: amigos solícitos y bien intencionados con la obra del otro, sin envidias ni puyazos.
Supongo que habrá sido difícil para alguien con el talento de GGM encontrar a las personas adecuadas para solicitarles la clase de ayuda que su novela requería. Por lo general, el mundo literario está plagado de celos, una de las formas más corrosivas de la envidia, y la crítica malintencionada. Dar a leer un manuscrito y pedir una opinión sincera puede ser contraproducente y costarnos más de una amistad. Hay tanta miseria en el mundillo literario. “A algún escritor le puede dar un patatús, por no decir ataque de locura, si algún otro escritor le hace la cochinada de recibir un Premio Nobel”, dice el filósofo Leszek Kolakowski.
A GGM no solo le sobraron los consejos y los aportes, sino que contó con una especie de lealtad generacional que luego devendría en un triunfo colectivo a través del Boom y el éxito de la novela latinoamericana en los años 60. ¿Qué clase de amistad gestaron los miembros de la ‘mafia’? ¿Por qué obraron todos en sentido contrario a la envidia? ¿O fue solo una extraña coincidencia que juntó vínculos desinteresados e imperecederos?
Santana-Acuña afirma que GGM “enviaba manuscritos, pedía comentarios, leía en voz alta y realizaba cambios según las reacciones… [Cien años de soledad] Es una de las obras de la historia de la literatura más leídas y comentadas antes de su publicación”. Una obra que no hubiera tenido el éxito que tuvo y sigue teniendo sin la contribución de sus amigos más queridos.