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Ferlinghetti y el destino de Aullido

La intervención de un editor valiente y visionario puede cambiar el destino de las obras literarias y el sentido de la cultura. Es lo que sucedió con el estupendo poeta y editor Lawrence Ferlinghetti, gracias a quien el célebre libro Aullido y otros poemas de Allen Ginsberg logró remontar las fronteras de los prejuicios y la mojigatería de los años 50 y convertirse en un clásico.

Los libros que han cambiado el rumbo de la literatura suelen considerarse ‘raros’, ‘incomprensibles’ u ‘obscenos’, cuando no ‘mamarrachos’ por los más extremistas y recalcitrantes conservadores. El calificativo más recurrente es, sin embargo, el tercero, tal vez porque los argumentos morales son los que mueven más el imaginario de los lectores y los más apropiados para lanzar condenas gratuitas cuando un libro no encaja en la lógica de lo tradicional.

Detrás de esos incómodos hay siempre un autor rebelde y audaz y un editor que se compra el pleito y asume la responsabilidad de encarar la resistencia que generan las propuestas estéticas y literarias de sus contenidos. En algunos casos, toda la carga la asume a veces el autor. Le pasó a César Vallejo con Trilce, a quien sus detractores no lo condenaron por obsceno, sino por ininteligible y porque a su autor le ‘faltaba un tornillo’. Vallejo no tuvo en editor que lo defendiese, sino un amigo incondicional: Antenor Orrego.

Hay dos libros célebres que fueron señalados como  ‘obscenos’: Ulises de James Joyce y Aullido y otros poemas de Alen Ginberg, y también por la actuación que les correspondió a sus editores. Ulises se publicó primero por entregas en la revista The Little Review en los Estados Unidos y luego, en 1922, como libro en París gracias a Sylvia Beach, quien la publicó bajo el sello de su librería Shakespeare and Company.  El libro circuló en el mundo anglosajón de manera clandestina gracias a que estaba considerado como “peligroso” para la moral cucufata de la época.

Los americanos, sobre todo, encasillaban a esta novela en seis adjetivos letales: obsceno, lúbrico, lascivo, impúdico, indecente y desagradable, lo cual la volvía un objeto de persecución de las sociedades antivicio que no dudaban en considerarla una obra pornográfica, pese a los argumentos en contra de gente como Ezra Pound, quien gritaba a los cuatro vientos que se trataba de una obra maestra.

Lawrence Monsanto Ferlinghetti, quien acaba de fallecer a los 101 años, fue un excelente poeta norteamericano que empezó a publicar cuando la generación beat hacía de las suyas. No fue propiamente un miembro de esta generación, ni asumió los postulados de su programa ideológico (si es que realmente hubo un programa, ¿o fue más bien una actitud ante la vida?), pero fue fundamental para ella.

Ferlinghetti fue un poeta de primera línea que escribió muchos libros, uno de los cuales, A Coney Island of the Mind (1958), ha dejado una gran estela de enseñanzas. Uno de sus poemas más célebres es El mundo es un hermoso lugar: “El mundo es un hermoso lugar/ para nacer/  si no te importa que la felicidad/ no siempre sea/ tan divertida/ si no te importa un roce del infierno/ de vez en cuando/ precisamente cuando todo marcha bien/ porque ni siquiera en el cielo/ están cantando todo el rato//  El mundo es un hermoso lugar/ para nacer/ si no te importa que algunas gentes mueran/ continuamente/ o que tal vez sólo pasen hambre/ con frecuencia/ lo cual no está medianamente mal/ si no te toca a ti […]”. 

Pero Lawrence Monsanto Ferlinghetties célebre, sobre todo, por haber fundado la librería y editorial City Lights en 1952, en San Francisco, la cual publicó en 1956 Aullido y otros poemas, de Allen Ginsberg. Ese lugar fue un centro de irradiación de la contracultura y un polo de atracción para los escritores jóvenes inéditos. Su dueño, menos radical y atolondrado que los integrantes de la Beat Generation creyó, sin embargo, en la libertad y no dudó en defender con uñas y dientes el libro de Ginsberg, un libro cargado con escenas homosexuales y alusiones a las drogas. En honor a la verdad, ese libro yaerlinghetti ingresó por la puerta grande de la historia de la literatura. era conocido pues un poco antes su autor había hecho una exitosa lectura de él en la Six Gallery con la que había ganado fama y seguidores.

El editor fue audaz, tuvo que ser audaz. Era consciente del peligro judicial que se venía y no dudó en enfrentarlo. James Campbell, en su libro Loca sabiduría: así fue la generación beat, sostiene que Ferlinghetti “tomó la precaución de consultar al American Civil Liberties Union (ACLU, en español Sindicato de las Libertades Civiles Norteamericanas), el cual prometió defender el libro en caso de que la policía lo considerase obsceno y presentase cargos contra el autor o el editor”.

Y, sin embargo, los problemas judiciales se presentaron. Una parte de la segunda edición, unos 520 libros procedentes de Inglaterra fueron incautados en la aduana por ‘obscenos’. El editor, muy listo,  se asoció con ACLU para repeler el ataque, sacó una nueva edición para evadir la jurisdicción de la aduana y logró que el fiscal general rechazara abrir un proceso. No obstante, Ferlinghetti y un dependiente de la librería fueron encarcelados por un breve tiempo, Ginsberg, en cambio, salió bien librado de la persecución judicial.

Finalmente, Aullido y otros poemas fue declarado ‘no obsceno’ por El juez Clayton W. Horn y Lawrence Monsanto F

 

 

 


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