Antonio Cisneros es, después de César Vallejo, el poeta peruano que más influencia ha ejercido en nuestra poesía. Entre otras razones, por la calidad de los libros que publicó; por haber introducido un nuevo modo de poetizar que concilia la voz colectiva con la voz personal; por su original y anti solemne manejo del oficio; por la potencia de su personalidad narcisista; por su polémica relación con la tradición literaria peruana; y por sus aportes como promotor cultural desde el periodismo.
En los años ochenta todos queríamos escribir como Antonio Cisneros, todos queríamos publicar un libro como Canto ceremonial contra un oso hormiguero, todos queríamos leer poemas con esa capacidad histriónica que tenía para seducir al público; todo queríamos dirigir un suplemento periodístico como El caballo rojo; todos queríamos cultivar ese aire de rock star que tan bien le quedaba. Era sin duda un mito viviente para los jóvenes de esos años en que el Perú atravesaba una terrible crisis económica, social y política.
Soy y seré un fiel lector de la obra de Antonio Cisneros. Concuerdo con críticos y lectores comunes y corrientes respecto al valor de tres de sus libros: Comentarios reales, Canto ceremonial contra un oso hormiguero yCrónica del Niño Jesús de Chilca. Los he leído siempre, una y otra vez, para aprender cómo se escribe a partir de la historia, la experiencia personal y las vivencias sociales. Este tal vez sea uno de los mayores aportes de Cisneros: haberse movido entre varios registros poéticos con un estilo brillante y muy personal. Copiarlo es tan difícil como copiar a Vallejo: en ambos casos todo imitador se expone al ridículo.
Pero además de leerlo me gustaba escucharlo en cuanto recital intervenía. Era, lo que se dice, un profesional de la actuación. Sin duda ayudaban su porte, su voz de fumador y bebedor y la desfachatez con que asumía la condición de poeta. Tiene poemas muy buenos, pero hay tres que alcanzan la condición de memorables: Tercer movimiento affettuosso (Para hacer el amor): «La oscuridad no guarda el buen amor. / El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo / y entonces la muchacha no verá el Dedo de Dios. Los cuerpos discretos / pero nunca en reposo, / los pulmones abiertos, / las frases cortas. /Es difícil hacer el amor pero se aprende»; Entonces en las aguas de Conchán (La ballena): «Entonces en las aguas de Conchán ancló una gran ballena. / Era azul cuando el cielo azulaba y negra con la niebla. / Y era azul. / Hay quien la vio venida desde el Norte (donde dicen que hay muchas). / Hay quien la vio venida desde el Sur (donde hiela y habitan los leones). / Otros dicen que solita brotó como los hongos o las hojas de ruda. / Quienes esto repiten son las gentes de Villa El Salvador, / pobres entre los pobres»; y Tres boleros maroqueros:«No me aumentaron el sueldo por tu ausencia /sin embargo/ el frasco de Nescafé me dura el doble/ el triple las hojas de afeitar». Supongo que ahora que su autor no está más con nosotros, nadie los podrá leer como él lo hacía, y por lo mismo irán cediendo su lugar a otros poemas y deslizándose hacia el fondo de la memoria de quienes lo oímos alguna vez recitar con tanta emoción.
El autor de Crónica del Niño Jesús de Chilcafue, como escribí, uno de los poetas peruanos más admirados de mi generación. Conservo con esmero ediciones príncipes de sus primeros libros comprados en librerías de segunda. Debe ser el autor de quien conservo la mayor cantidad de libros y obras completas. Y solo con el objetivo de averiguar cómo se enriquece un poema, cómo se matan las frases cursis y romanticonas, cómo se incorpora la oralidad, cómo se despliega la elegancia de la ironía y cómo se asume una voz colectiva sin necesidad de ser retórico e idelogizante.
No sé si el Mejor Cisneros fue el de los años 80, el que yo conocí a través de sus libros. Con los años, él fue creciendo como autor de poemas memorables y yo como lector de libros memorables. El tiempo transcurrido sirvió también para comprobar su ascenso y expansión entre los círculos de lectores de habla hispana y otras lenguas como el inglés y el francés. Desde hace más o menos medio siglo su obra es ineludible, un modelo que se impone, una presencia que no se puede soslayar. Existe por esta razón un estilo Cisneros, un factor Cisneros mejor dicho.