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El estilo The Paris Review

Mezclar literatura y periodismo con altas dosis de calidad parecer ser el secreto mejor guardado que explica el éxito de la legendaria revista The Paris Review. Cien de las mejores entrevistas hechas a grandes autores a lo largo de siete décadas se publican ahora en dos tomos imprescindibles. Puras clases magistrales y lecciones de vida.

The Paris Review convirtió a la entrevista en un género literario, de eso no cabe la menor duda. Peter Matthiessen y George Plimpton, sus fundadores en 1953, tuvieron desde un principio objetivos muy claros: debía ser una revista escrita con gran calidad y daría voz a los autores más importantes del mundo. Cuando los fundadores de la revista decían ‘autores’, en realidad se referían a narradores, poetas, dramaturgos y guionistas de cine.

A lo largo de siete décadas, los lectores de este medio han ido conociendo las ‘cocinas literarias’ de los más grandes y renombrados hombres de letras de diversas culturas y lenguas. Las entrevistas han perseguido siempre esta meta. De ahí la denominación de ‘entrevistas de trabajo’ que han recibido la mayoría de ellas.

El estiloparis review’ consiste en desentrañar mediante entrevistas de largo aliento los misterios creativos de narradores, poetas, guionistas y dramaturgos con tal exhaustividad y estética que llegan a alcanzar el estatus de legendarias. Fue en esta revista donde William Faulkner dijo que el mejor lugar para que un escritor pudiera crear con tranquilidad era un burdel y donde Ernest Hemingway sostuvo que el periodismo no era nocivo para un escritor en tanto este supiera apartarse a tiempo de su influencia.

Cuando le preguntaron a la editora  Sandra Ollo  qué hace de las entrevistas de The Paris Review algo especial, su respuesta fue que la revista «había creado un género a caballo entre periodismo y literatura» y publicado «un tipo de entrevista en un formato muy definible» y «elaborado con sentido narrativo». Un estilo, en pocas palabras, inimitable.

La editorial Acantilado acaba de reunir en dos tomos cien de estos trabajos publicados entre 1953 y 2012. En la lista hay premios Nobel, escritores de culto y autores vivos y difuntos.  Comienza con las lecciones del inglés E.M. Foster y termina con los consejos del proverbial editor italiano Robero Calasso. El nivel de las cien entrevistas seleccionados es parejo y el lector no sabe con cuál quedarse, me atrevo sin embargo a recomendar las de George Simenon, W. H. Auden, William Faulkner, Ernest Hemingway, Aldous Huxley, Jorge Luis Borges, Vladimir Nabokov y Raymond Carver del primer tomo; y del segundo, las de Milán Kundera,  Susan Sontag, V.S. Naipaul,  Paul Auster, Ray Bradbury y Umberto Eco. Es una elección muy personal, desde luego.

Estos dos tomos constituyen sin duda verdaderas lecciones de periodismo. Aprendices y no aprendices tienen ante sí un conjunto de poéticas, recetas, consejos, advertencias, modelos a seguir y recomendaciones esgrimidas por los más grandes escritores de los últimos tiempos, algunos del siglo XX y otros a caballo entre este y el XXI.

Hay tres respuestas que figuran en los dos tomos y que no puedo dejar de transcribir. Una es la que le da William Faulkner a Jean Stein en1956, cuando le pregunta si existe alguna fórmula para convertirse en un buen novelista. Faulkner responde:   «Noventa y nueve por ciento de talento, noventa y nueve por ciento de disciplina y noventa y nueve por ciento de trabajo. El escritor nunca debe estar satisfecho con lo que hace, aunque su trabajo sea todo lo bueno posible. Hay que soñar con grandes metas y aspirar siempre a mucha más de los que sabes que está a tu alcance. No te molestes en intentar ser mejor que tus coetáneos o tus predecesores. Un artista es una criatura controlada por demonios. No sabe por qué lo han elegido a él, y normalmente está demasiado ocupado para preguntárselo. Es un ser absolutamente amoral, porque está dispuesto a mendigar, pedir prestado y robar a cualquiera con tal de alcanzar su objetivo». (pp. 89 y 90).

La otra respuesta es la que le da George Simenon a Cavel Collins sobre qué les recomendaría a los escritores jóvenes: «Escribir se considera una profesión, pero no creo que lo sea. Creo que quien no necesita ser escritor, quien piensa que puede dedicarse a otra cosa, debería dedicarse a esa otra cosa. Escribir no es una profesión, sino una vocación de infelicidad. No creo que un artista pueda ser feliz nunca. […]En primer lugar, creo que si uno tiene el impulso de ser un artista es porque necesita encontrarse a sí mismo. Todo escritor intenta encontrarse a sí mismo a través literatura.» (p. 54)

Y la tercera respuesta es Ernest Hemingway. Preguntado por George Plimpton sobre cuál es la mejor preparación intelectual para un aspirante a escritor, el norteamericano no duda en responder: «Digamos que debería ahorcarse cuando descubra que escribir es una tarea fácil que raya en lo imposible. Luego alguien debería descolgarlo son misericordia alguna, y, a partir de ahí, tendría que esforzarse por escribir lo mejor que pueda durante el resto de su vida. Así al menos tendrá la historia del intento de suicidio ara empezar». (p. 167)

Creo que las tres respuestas resumen muy bien el carácter y la naturaleza de estos libros que reseño.



 


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