Entre grafitos y comedias inútiles
Un narrador y un poeta: Ricardo Calderón Inca 1986) y Eduardo Saldaña (1995). Ambos han crecido bajo la impronta de un país post-sendero y post- inflación, marcado sin duda por las demandas ciudadanas de la generación Bicentenario. Son los representantes de la novísima literatura peruana que se escribe desde la periferia, desde el nuevo poder cultural de la provincia.
Ricardo Calderón Inca nació en 1985, cultiva desde hace mucho la micro ficción y acaba de publicar un libro: Grafitos, integrado por trece historias maestras donde la brevedad es siempre una virtud. En Todavía estaba allí , Calderón Inca recrea y rinde homenaje con indudables logros estéticos al mítico relato de Augusto Monterroso: «Un niño asustado corrió a su abuelo para decirle que había un dinosaurio dormido debajo de su cama, a lo que él respondió: “Estás loco, los dinosaurios no existen”. Entonces el niño subió asustado a su habitación, se puso en cuclillas y vio al dinosaurio desvanecerse de pura pena».
Eduardo Saldaña, debuta en la escena literaria con La comedia inútil, un libro de poemas estructurado en tres partes, la mejor de las cuales es sin duda Monólogo de Gabriela, el cantar del caos (tanto por la concepción de los poemas, el manejo del lenguaje y el hallazgo de una voz personal): «Escóndeme entre mis facciones de ciervo/ decapitado y mis silencio cobardes/ porque nuestros encuentros siempre/ fueron la respiración de una bestia/ dormida que habita dentro de los/ jardines del deseo mientras todo lo/ demás quedaba convertido en cenizas/ para luego volver a reconocernos en la/ piedad de aquello que no se abandona,/ pero tampoco se nombra,/como un espejo frente a otro, sin rostro/ y a plena luz.» (rito)
Siempre me ha interesado cómo un creador concibe el título de un libro y plantea sus ideas estructuradoras, de las que depende en buena cuenta el resultado final. «Yo estaba en el bus camino a casa y llevaba un librito de Virgilo Ortega llamado Palabrotalogía, un texto sobre el origen de las palabras malsonantes. En él, el autor habla sobre la gramática de los grafitos y distingue tres temas más recurrentes: políticos, gladiatorios y amatorios. Se me quedó ese término y lo elegí como título de mi tercer libro. Siempre me han gustado los libros de corte absurdo-ficcional y he trabajado sobre esa base. Por lo tanto, considero que las ideas o los sentidos que giran alrededor del libro se basan en esa otra aventura fantástica, en esa mirada ficcional que nos ofrece la otra vida: la literatura», me cuenta Ricardo.
Saldaña, tiene también un punto de partida un tanto libresco: «El título se desprende de la novela de Ernesto Sábato: El túnel, en un capítulo donde el protagonista, Pablo Castel, se interroga por la vida y llega a la conclusión de que nada en ella tiene sentido. Por otra parte, un primer libro trae consigo bastantes errores - aquí la comedia- y causa una serie de emociones – aquí lo inútil. El libro convoca una serie de ideas: la familia, la religión, lo lúdico (un homenaje a mis primeras lecturas) y el recuerdo de mis años juveniles, entre la inmadurez y grandes las decisiones, ya que fue escrito hace varios meses atrás, cuando todos los días parecían ser verano», me dice.
Les pregunto ab Ricardo por su poética, por la cocina literaria, por el método propio y ajeno que emplea para escribir. «Siempre pienso en el lector, en qué es lo que desea encontrar más allá del final de la historia. Luego calculo la secuencia narrativa, los personajes y el tiempo. Y, finalmente, pienso en el título, debe ser sugerente como los demás elementos. A esto lo denomino la “poquedad del microrrelato”: poquedad en personajes, en tiempo, en espacio y en tema. “Decir lo más, con menos, lo mejor posible”, dice la consigna de Max Aub», me explica. Se nota a leguas que tiene una metodología bien definida y una gran experiencia acumulada.
A Eduardo le planteo más bien una pregunta directa sobre los códigos lingüísticos y numéricos y las imágenes que emplea en su libro.Quiero saber si siente, como Eielson, que el lenguaje de la poesía escrita es precario e insuficiente: «El lenguaje limita al lenguaje, es una idea que siempre he tenido presente. Eielson es bellísimo con sus nudos y las muestras pictóricas que hace porque sabía que necesitaba abarcar otros espacios, los cuales, al final, son las ramas del mismo árbol. Hay una página en el libro, donde propongo que sea literalmente arrancada (junte aquí toda su vida y arránquela como a este papel para que no se convierta en otro poema inútil - p.47). Me gustaría que alguien lo hiciera porque de ese modo se estaría traspasando el concepto de que todo debe quedar solo en lo físico, lo cual, por supuesto, termina siendo insuficiente», me responde.
Ricardo Calderón Inca admira a Julio Ramón Ribeyro, César Vallejo, Fernando Iwasaki, Juan José Arreola, Javier Tomeo, Max Aub y Ana María Shua. Eduardo Saldaña dice que siempre vuelve a Un par de Vueltas por la Realidad, de Juan Ramírez Ruiz, a los artículos de Sebastián Salazar Bondy, a la poesía completa de José Watanabe y al cuentario Otras Tardesde Luis Loayza. Por lo que revelan, los dos son, indudablemente, grandes lectores y, sobre todo, grandes creadores. Confiamos, además, que en un futuro inmediato nuevos textos suyos van a enriquecer nuestra larga tradición literaria.