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¿Escribir contra el público?

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Los periodistas modernos escriben para el público, para satisfacer sus demandas medidas por el rating. Martín Caparrós propone hacer lo contrario: ir contra sus preferencias y ser más leal con lo que uno cree que debe escribir.
Martín Caparrós, el notable cronista argentino, ha dicho en una entrevista que los periodistas de medios impresos estaban hasta hace pocos años libres de la sombra letal de rating; es decir, de las medidas de audiencia de los programas de televisión o radio, pero que ahora, lamentablemente, han sido engullidos por este agujero negro mediático. Como el modelo del negocio periodístico vive una crisis muy aguda, los dueños de los medios y los periodistas en general no les queda más remedio (¿no les queda de verdad?) que dejarse arrastrar por esa descomunal fuerza gravitacional.
Veo los titulares de los principales medios impresos y digitales del mundo hispanohablante y compruebo que Caparrós tiene razón. Si en los medios audiovisuales el rating busca las cifras que prueben cuántas personas o familias de un público objetivo están viendo un programa de televisión u oyendo un programa de radio, en los medios impresos se necesita saber cuántos lectores compran o leen determinado diario o revista para darles lo que solicitan de manera rápida y directa.
El rating parte de una condición perversa: que quienes ven, escuchan o leen medios son, antes que seres humanos, cifras y que estas cifras arrojan preferencias o necesidades artificiales que hay que satisfacer automáticamente. La televisión y la radio hace rato que se entregaron dócilmente a este juego perverso: tú me dices que quieres y yo te lo doy en gran dosis y, además, de manera muy entretenida. Por esta razón, una conductora de un programa de chismes puede pasar, sin ningún reparo, a ser conductora de noticias o un programa de noticias puede ser antes que un programa de noticias un parte policial, una sala chismes, un juzgado para líos de comadres o un consultorio de tonterías sentimentales. Hay algunas excepciones, por supuesto.
Caparrós ha dicho también que a los verdaderos periodistas a veces no les queda más remedio que escribir contra el público, no para atacarlo, sino más bien para educarlo, para abrirle los ojos, para decirle la verdad, para revelarle un lado inédito y constructivo de la realidad. Esto es, a todas luces, una decisión valiente que tiene una dimensión ética que hay que admirar y valorar.  Y cita como ejemplo su propio libro, El hambre, cuyo objetivo es denunciar la "pornografía de la miseria", llamar la atención sobre lo canalla de las luchas contra este mal que vienen desde la política y explicar que al hambre no es un problema de pobreza sino de riqueza, pues existen suficientes alimentos y dinero para que más 800 millones de personas no coman lo suficiente o simplemente no coman nada.Uno ve las listas de lo más leído en muchos de los grandes medios y son una colección de variedades bobas. Si eso es lo que suponemos que el público quiere, cada vez más vale la pena escribir contra el público, contra lo que supuestamente el público pide y a favor de lo que uno cree que tiene que contar”.

Hay que tener en cuenta, sin embargo, como dice el propio Caparrós, que este es un periodismo de dignos y hermosos fracasos, que tiene en cuenta más las intenciones que los efectos, pues su intención más que cambiar la realidad es descubrirla.

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