El diario de un escritor es, además de un conjunto de confesiones bien o mal intencionadas, un texto donde aprendemos más sobre la realidad que rodea a la ficción. Es el caso de los diarios de Emilio Renzi, el alter ego del argentino Ricardo Piglia.
En el primer todo de Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación, Ricardo Piglia, disfrazado de su alter ego, ensaya, sobre todo, argumentos sobre el arte de escribir: «¿Cómo se convierte alguien en escritor, o es convertido en escritor? No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir (como cualquier otro)», escribe.
Los diarios son un vasto muestrario de lo que acontece a un escritor y a un intelectual que quiere apropiarse del mundo. Uno de los tópicos más recurrentes es su angustia económica. Él ha tomado la decisión de ser escritor y debe escribir y producir textos a la altura de esta decisión. Es asombroso el modo en que resiste los embates del hambre y las limitaciones materiales, pero también la fuerza indesmayable con que produce textos.
Los diarios están interpolados por ensayos brillantes referidos a la ficción y la escritura. En uno de estos, Los diarios de Pavese, rebate la superstición de que el poeta es un solitario y un desadaptado irremediable condenado a sufrir para crear: «Una sociedad que sostiene en el éxito las razones de su economía es capaz de reconocer las cualidades “estéticas” del fracaso. La perfección en la muerte constituye, se sabe, un mito aristocrático, la belleza se alimenta de todas las formas del desgaste y la destrucción y especialmente del sufrimiento de ese sacerdote que le está consagrado, el artista. Si sufre como hombre, como escritor es capaz de convertir su sufrimiento en arte […]».
Una gran cantidad de las entradas del diario están dedicadas al breve análisis de films de toda índole. Renzi es omnívoro. Devora todo en salas comerciales y cine clubs. Su cultura es vasta e insaciable y nos trasmite la impresión de haberlo visto todo. Luego está su ambigüedad existencial: con un pie en el amor y con otro en la literatura. Ama a las mujeres, pero más ama a la creación literaria y la lectura.
Los diarios revelan, asimismo, a un escritor desordenado y desorganizado, pero un escritor que no para de escribir y leer. Casi no duerme, lo seducen la noche y la soledad. Lo atraen también las ideologías, pero no el dogmatismo. Es un hombre de izquierda heterodoxo, un admirador de la inteligencia, un apasionado de las ideas que quisiera no claudicar frente a la mediocridad del mundo político.
Hay más, La lectura que hace de los novelistas mayores que él, de los escritores del boom, una lectura más bien desapasionada, aunque atenta. Las novelas de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez son objeto de su escalpelo y su mirada inquisidora, también Borges, de quien dice que su influencia es tan grande en Argentina que todos imitaban su escritura consciente o inconscientemente.
A menudo, libros autobiográficos como Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación nos dicen más a los lectores sobre la realidad (la real y la literaria) que lo podrían decirnos un ensayo, un cuento o una novela.