Un magnífico libro de entrevistas a diecinueve escritores hispanoamericanos y un portugués escrito por Alonso Rabí Do Carmo, nos aproxima, con inmenso placer, a la esencia del arte exclusivo y excluyente de la creación literaria.
Según Alonso Rabí Do Carmo, el nombre de su último libro, Animales literarios, es un homenaje a un libro que publicó hace algunos años Enrique Lafourcade (Animales literarios de Chile), así como una analogía del concepto aristotélico de que el hombre es un animal político.
Un animal literario vendría ser entonces alguien que ha creado su propio hábitat y sus propios códigos de comunicación; en suma, alguien que vive por y para la literatura, que respira letras, que se acuesta con ellas y no encuentra otra manera de vivir. Un animal literario sería, por ejemplo, Mario Vargas Llosa.
Rabí Do Carmo ha reunido a 18 escritores, así como a un biógrafo y un fotógrafo de escritores para interrogarlos acerca del oficio de la escritura. El formato recurrente es la pregunta-respuesta a través del cual logra establecer un diálogo ameno limitado por el tiempo, el ánimo del entrevistado y las circunstancias que se presentan.
Más que las entrevistas propiamente dichas, a mí lo que más me gusta es lo que hay antes, después y detrás de ellas; es decir, la manera en que los hechos se ordenan alrededor del personaje entrevistado gracias al azar, la voluntad a la predestinación. En el libro Animales literarios, las mejores entrevistas son las que están acompañadas de una breve semblanza o perfil del entrevistado o del relato de lo que ocurrió alrededor de la entrevista: cuando al entrevistador se le heló la sangre porque la grabadora no había funcionado y su amigo Paco Tumi le permitió usar la suya; o el ceño fruncido de Carlos Fuentes advirtiéndole que disponía solo de 20 minutos para la entrevista; o el súbito interés de Gonzalo Rojas para que lo entrevistara mejor en un parque antes que en el lobby del hotel donde se había alojado; o el secuestro abrupto que hace Alfredo Barnechea de Jorge Edwards mientras ocurría lo mejor de la conversación.
A veces pienso que esto es lo que más le interesa a los lectores no solo por una cuestión de morbo o curiosidad excesiva, sino porque es un modo más sincero de aproximarse a personajes que de ningún modo van a decir nunca la verdad, ya que siempre tienen respuestas para cada ocasión.
Alguien que sí dice la verdad, o al menos eso parece, es el colombiano Héctor Abad Faciolince. Ante la pregunta de por qué ha dicho que la literatura no le parece una actividad tan importante en la vida, él responde con pasmosa frialdad: “Tengo la impresión de que las cosas que cambian profundamente el mundo las hacen los científicos: este apartito con el que usted me graba, Internet, las vacunas, los sistemas de calefacción en las zonas frías, en fin, mejorar la vida es algo primordial, importantísimo. Entonces los escritores a veces somos muy vanidosos, muy pretenciosos, pensamos que somos la gran cosa. La música, las artes, la literatura, le dan a la vida mucho sentido y es hermosísimos que existan, y seguramente la vida, sin canciones, sin cuadros y sin novelas sería muy triste, pero no es lo primero. Es maravilloso que nos podamos dar ese lujo, pero es más importante tener antes cosas fundamentales: el techo, el agua limpia, el alimento, la salud”.
Sin duda, en Animales literarios Alonso Rabí Do Carmo ha practicado y arte y la técnica de la entrevista con envidiable destreza y placer.