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Szyszlo: Memorias de libertad

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Un libro de Fernando de Szyszlo recoge su experiencia como creador, su amistad con escritores, pintores, políticos e intelectuales, su relación con Blanca Varela, su dolor por la pérdida de uno de sus hijos y su ligazón afectiva con el Perú.
Los libros de memorias que escriben los escritores y artistas tienen, por una parte, la virtud de documentar una vida y, por lo mismo, funcionar gracias a esto como fuentes de consulta para las generaciones futuras, sobre todo si se trata de un notable artista o escritor; y, por otra parte, corren el riesgo de ser usados como como instrumentos para hacer confesiones,  saldar cuentas, contar verdades o maquillar una vida para evitar el juicio del futuro.
«Soy pintor. Esas dos simples palabras han dado sentido a mi existencia. ¿Es eso lo que quiero contar? Tal vez sí, pero no se trata solamente de mi vida. Sobre todo quiero dejar constancia de toda una época de gran transformación del arte y la cultura en el Perú que me tocó vivir y en la que he tenido la fortuna de participar. ¿Se explica la vida de una persona de forma aislada? Pienso que no. Yo soy más yo gracias a mis amigos y las personas que he amado, también con las que he discrepado, las que he perdido y hasta algunas que no llegué a conocer, como los artistas y escritores que he admirado y han dejado huella en mí. », se lee en el primer párrafo del libro La vida sin dueño del pintor Fernando de Szyszlo.
A sus 91 años,  Fernando de Szyszlo (Lima, 1925)  es uno los pintores más importantes del Perú, uno de los pocos en realidad que ha logrado internacionalizar su arte y, al mismo tiempo, vincularlo con nuestro pasado cultural.Se le considera el primer artista abstracto en el Perú y uno de los renovadores de la pintura peruana.  Su obra y su influencia atraviesan casi toda la segunda mitad del siglo XX y las primeras décadas del presente.
La vida sin dueño es libro de confesiones, algunas dolorosas, sobre su relación con Blanca Varela, la extraordinaria poetisa peruana de la generación del 50, la muerte de su hijo Lorenzo y los amigos perdidos perdidos a lo largo de su vida. Notable también es el balance que hace de su amistad con Sebastián Salazar Bondy, Jorge Eduardo Eielson, Javier Sologuren, Raúl Deustua, José María Arguedas, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa (“Szyszlo es el mejor amigo que tengo”), entre otros. Esos son, tal vez, los pasajes más importantes del libro, esos y los dedicadossu  aprendizaje auroral en la pintura, los mecanismos creativos que emplea frente al lienzo y las manías que adopta a la hora de pintar. “No es frecuente que un pintor explique con tanta pertinencia la manera como se va fraguando cada cuadro, el pequeño esquema, trazo, línea o figurilla que dispara el proceso, la intensidad de emociones que genera en él esta aventura cotidiana, la sospecha de que todo aquello viene de las profundidades del subconsciente, la ilusión con que trabaja, y, luego, dice, la derrota inevitable, la comprobación de que lo logrado en el cuadro terminado está siempre por debajo del cuadro concebido como idea […]”, ha escrito Vargas Llosa.Sus juicios políticos, en cambio, no son muy acertados, pero igual revelan a un artista y a un intelectual preocupado por intervenir en la vida pública con sus opiniones.

La vida sin dueño puede leerse entonces como un libro de referencia y, al mismo tiempo, como un texto personal con el que  Szyszlo ajusta cuentas con el pasado.

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