Sobre la novela de Cervantes no cabría concebir discrepancias dado su carácter modélico, sin embargo Vladimir Nabokov se permitió afirmar que se trataba de una novela inferior y a la zaga de cualquier comedia de Shakespare.
Con un libro como El Quijote de la Mancha es imposible estar en desacuerdo con la importancia que ha adquirido para los hispanohablantes a lo largo de sus 500 años de vida. Es muy raro que alguien haya hecho o haga reparos en relación a la calidad del texto producido por Miguel de Cervantes Saavedra. Sin embargo, no todo es unánime. Cervantes tuvo y tendrá sus críticos.
En realidad, el Quijote es uno de esos personajes ante los que es imposible separar la ficción de la realidad. En su afán de perseguir las huellas de Miguel de Cervantes, los lectores terminan tras las huellas de El Quijote, Sancho Panza o Dulcinea del Toboso, en la medida en que estos personajes se han vuelto más reales o han calado más hondo en la mente de los lectores. Cees Noteboom cuenta en su ensayo sobre Cervantes que en su visita a la casa de Dulcinea se sintió maravillado por la situación que trastocaba la realidad real: «Para alguien que ha hecho de la escritura su vida es un momento maravilloso. Entrar en la casa real de alguien que nunca ha existido no es ninguna nimiedad».
El Quijote, por otra parte, es un personaje a través del cual interpretamos nuestras vidas en base a su destino o modelo. Además de El Quijote que personifica la vida de los idealistas o soñadores que no temen hacer el ridículo por el mundo con tal de hacer justicia, tenemos a Edipo, Antígona, Hamlet, Don Juan, Joseph K., Aureliano Buendía, Gregorio Samsa, el capitán Ahab, Hans Castorp, Zavalita, Horacio y la Maga y tantos otros personajes gracias a cuya existencia es posible hacer comprensibles nuestras propias vidas. Esos seres inventados explican y dan luces sobre las manías, los sentimientos, los prejuicios, los anhelos, las miserias, las alegrías y las zonas insondables de nuestras propias existencias. Somos lo que somos en la medida en que nos parecemos
Javier Marías en su libro El Quijote de Wellesleyafirma que “si algo prueba la vigencia del Quijote es la infinita cantidad de lecturas que de él pueden hacerse, a menudo opuestas y contradictorias”. El libro de Marías recoge las notas para un curso que él dictó en 1984 en la Universidad Wellesley. La suya, por supuesto, se contrapone a la Vladimir Nabokov, para quien el Quijote no era la mejor novela de todos los tiempos, ni siquiera consideraba que fuera buena. Entre 1951 y 1952, el narrador ruso dictó seis lecciones sobre la novela de Cervantes en la Universidad de Harvard, lecciones luego recogidas en un libro: Curso sobre el Quijote. Nabokov afirmaba allí que se trataba del “libro más amargo y bárbaro de todos los tiempos” y que “Del Rey Lear, el Quijote sólo puede ser escudero”. Y que gustoso habría abandonado la novela, de no ser por la obligación de leerla, en el capítulo sexto. Es curiosos que la defensa y ataque más ilustres se hayan concebido en cursos y lecciones en cursos universitarios, lo cual prueba que el Quijote sigue siendo una novela de minorías.
Unos podrán desmitificar el libro de Cervantes, otros seguirán poniendo énfasis en su carácter de historia modélica y universal. En ambos casos, siempre se destacará su condición de libro rico y complejo y, por lo mismo, objeto de controversia.