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Leer y comprar libros, un imperativo

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Las ferias de libros brindan la oportunidad de comprarlos, valorarlos como una fuente infinita de placer y conocimiento y poner a los escritores en contacto con sus lectores directos e indirectos.
Hay dos realidades en relación con el libro que ya no admiten discusión: que, tal y como anunciaban los profetas del futuro, el  libro no ha muerto y, según parece, no morirá pronto; que los lectores siguen y seguirán  banalizándose y, por lo mismo, cada vez serán menos quienes lean de verdad.
Las afirmaciones anteriores parecen contradictorias, pero, como dice Vallejo, considerándolo en frío, no lo son en realidad; por un lado, porque el libro, aunque cambie de soporte material, siempre será (hasta que no se demuestre lo contrario) más duradero que los objetos digitales que se emplean hoy para leer; y, por otro lado, no porque existan más libros, o se vuelvan baratos o se cuelguen a libre disposición en Inetrnet vamos a tener más lectores que antes. Tampoco tendríamos más lectores si confiáramos en la publicidad o en simples programas de sensibilización. La lectura es una actitud, una pasión que se logra en grandes plazos y, a veces, en pequeñas dosis en diversos ámbitos de la vida y no solo en el colegio o la universidad.
Antes de morir, Umberto Eco escribió lo siguiente: «El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor. No se puede hacer una cuchara que sea mejor que la cuchara. El libro ha superado la prueba del tiempo. Quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel, pero seguirá siendo lo que es»
Las editoriales siguen produciendo libros físicos porque existe todavía un mercado para lectores anacrónicos o sobrevivientes como yo, porque los e-books son todavía relativamente caros y no han podido desarrollar una cultura del placer cibernético y porque aún restan muchos años para que abandonemos del todo las estanterías abarrotadas de textos impresos.
Por la misma razón que se siguen editando libros físicos existen las ferias de libros, como la Feria del Libro de Trujillo.  ¿Por qué seguir comprando libros, leerlos tumbados en un sofá y luego guardarlos en estantes si dentro de poco serán cosa del pasado, viejos objetos que los bibliómanos y bibliófilos conservarán como las joyas de la abuela? Porque los libros son fuentes de saber y de placer, no se diga más.
Una feria del libro se realiza no para tener más lectores, al alfabetizar a los ciudadanos o volvernos más cultos, sino para crear condiciones más apropiadas para que el libro sea respetado y la lectura sea considerada como una forma de dialogar con el conocimiento y el saber.
Existen también otros intereses subalternos detrás de un feria del libro:  proyectar la imagen de Trujillo como una ciudad moderna, pujante y vinculada a la cultura; poner a los escritores en contacto directo con los lectores directos e indirectos; demostrar la cultura no es algo inmóvil y aburrido; que la empresa privada y los políticos tengan la oportunidad para desarrollar su “apoyo” a la cultura y que las editoriales vendan sus libros. Apoyemos a la FILT leyendo y comprando.



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