Mario Puga, un gran autor olvidado, publicó en 1955 una novela, Puerto cholo, en la que recoge los grandes temas del realismo y las nuevas técnicas y procedimientos que transformaron después nuestra tradición narrativa.
En los años 50, la narrativa peruana estaba inmersa en dos fenómenos: la hegemonía del realismo urbano y la renovación de las técnicas literarias gracias al contacto de sus autores con la narrativa norteamericana. Por un lado, el centro de atención de los narradores ya no eran las luchas sociales que libraran los campesinos frente a los terratenientes en el campo, sino más bien las conflictos derivados de la migración hacia los grandes ciudades como Lima; y por otro, los narradores peruanos adoptaban ahora las nuevas técnicas impulsadas por James Joyce, William Faulkner y otros integrantes de la llamada “Generación perdida” con enormes efectos positivos sobre el desarrollo de nuestra tradición literaria.
Mario Puga (Trujillo, 1915) está generacionalmente muy próximo a Ciro Alegría y José María Arguedas, pero literariamente muy cerca de la generación subsiguiente, la del 50. Cuando publica en México su novela Puerto cholo (1955), los rasgos dominantes de la narrativa peruana, como dije antes, empezaban a orientarse hacia los conflictos sociales urbanos y la renovación en los modos y procedimientos para contar historias. En su hasta ahora única novela conserva el tema de las luchas sociales (debido quizás a su intensa labor como activista político y ensayista), pero introduce nuevas técnicas y procedimientos, sobre todo el uso de las mudas y pausas narrativas. Nada más lejos de Puerto cholo que el costumbrismo o la veracidad naturalista de la novela realista de la primera mitad del siglo XX.
La novela de Mario Puga se estructura en base a tres ejes: el amor, la vida social en un puerto y la lucha por preservar la dignidad de los seres humanos. Así tenemos la historia de amor entre Jacinta y Manuel Fiestas. Él se embarca un día en un barco mercante y no regresa sino hasta dentro de muchos años casi inválido y con el remordimiento de haber abandonado a ella y a su hijo, Juan Pedro. Jacinto le perdona, lo acoge, lo ayuda a rehabilitarse; es decir, la da una lección de grandeza moral. Este drama familiar tiene como escenario Puerto Eten, un lugar en el que todos viven de la pesca y la empresa que administra el muelle y el ferrocarril; lugar en el que todos se conocen y comparten sueños y frustraciones, hasta que la formación de un sindicato de pescadores propicia el desencuentro y los conflictos de clase entre sus habitantes. La antigua armonía social de Puerto cholo es restablecida tras el terremoto que causa la muerte de muchos vecinos y destruye gran parte del pueblo. Frente a esa situación límite, lo pobladores del puerto liderados por Manuel Fiestas se olvidan de los rencores que los aquejan y se dedican con un voluntad monolítica a ayudarse los unos a los otros.
Esta novel puede leerse también como un documento social y antropológico. A fines de los 40 del siglo XIX, los científicos sociales introdujeron las nociones de “choledad y “Perú mestizo” para expresar los cambios socio-políticos que afectaban a nuestra sociedad. Es la base de lo que más adelante se ha llamado país informal, emergente o en formación. En realidad, lo que prevalece ahora es un país utópico, una nación que necesita cerrar sus heridas y conquistar su futuro. Y a esto apunta esta novela sorprendente y amena.