Los lectores de poesía se cuentan con los dedos de la mano, pero los poetas siguen escribiendo, las editoriales publicando y los lectores leyendo. La razón: la poesía es una necesidad espiritual, un estado superior de conciencia.
Siempre me asombra la persistencia de los poetas en publicar sus poemas y la de los lectores en leer lo que los poetas publican. Por lo general, los primeros y los segundos suelen ser los mismos, de modo que no hay por qué alarmarse. Se trata de un arte de minorías, un arte del que el gran público se alejó hace algún tiempo.
Poesía viene del término griego poiesis que significaba, al comienzo, hacer en un sentido técnico y, por lo mismo, se refería al trabajo creativo en general, incluido el de artesano. Poesía era entonces creación y el poeta un creador. Hoy la poesía tiene una definición más restringida y se considera una forma de expresión de lo emocional a través de un lenguaje particular que tiene como ejes la metáfora y la imagen.
La metáfora,según el diccionario de la RAE,es la “traslación del sentido recto de una voz a otro figurado, en virtud de una comparación tácita, como en las perlas del rocío, la primavera de la vida o refrenar las pasiones”, mientras que laimagen es la “recreación de la realidad a través de elementos imaginarios fundados en una intuición o visión del artista que debe ser descifrada, como en las monedas en enjambres furiosos”.
Una de las razones por las que el gran público se alejó hace algún tiempo de la poesía es su lenguaje. Con lectores cada vez más banales y frívolos, el lenguaje poético necesita ser explicado. Los lectores no poetas necesitan familiarizarse con la metáfora y la imagen. Viven en un mundo global y pragmático y a ellos no se les puede hablar con un lenguaje figurado o que dice lo que no dice. En este sentido, el cuento y la novela han desarrollado mejores estrategias para conectarse con el lenguaje del ciudadano promedio.
Uno de los rasgos característicos de la poesía moderna, según Perer Gimferrer, es su voluntad minoritaria. La que se escribía antes de la aparición de los simbolistas —quienes se apartaron a fines del siglo XIX de la escena pública y se volvieron solitarios— contaba con muchos lectores. Ahora, ella es más un objeto de culto, una curiosidad reservada para unos cuantos iniciados. Los libros tienen tirajes ínfimos y los lectores no leen poesía debido a que existe, por un lado, la decisión de parte de los poetas de escribir para una “inmensa minoría” con un lenguaje críptico, justo ahora en que la información es tierra de nadie; y de otro, a que el propio lector se ha vuelto banal y adicto a los juguetes electrónicos, las dietas y los libros de autoayuda. Los lectores de hoy son, con toda certeza, más superficiales que los de antes.
Pero la poesía persiste. Los poetas siguen escribiendo, las editoriales siguen publicando y los lectores ―pocos, es cierto, pero compuestos en su mayoría por los mismos que escriben y publican― siguen leyendo. Y persisten por una única y maravillosa razón: la poesía nace de una profunda necesidad del hombre: buscar estados superiores de conciencia y virtualidad.
Ha sido hasta cierto punto incapaz de adaptarse a la gran crisis moral y cultural que vive el mundo a partir del siglo XIX, agudizada después con las guerras, las dictaduras y los grandes conflictos sociales que han hecho perder la esperanza a muchas personas, sin embargo es una necesidad espiritual.
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Ilustración: Tomada de http://biblioteca.iesfuentefresnedo.es/?p=635