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Un novelista iluminado

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Publicada por primera vez en el 2008, La iluminación de Katzuo Nakamatsu de Augusto Higa, constituye una de las grandes revelaciones de las últimas décadas en la narrativa peruana. Una novela que se lee con deleite y asombro.
 Augusto Higa pertenece formalmente a la generación del setenta e ideológicamente al grupo Narración, del que formaron parte también Antonio Gálvez Ronceros, Gregorio Martínez y Oswaldo Reynoso y que se caracterizó por la escritura colectiva de crónicas y testimonios sobre rebeliones populares.
La primera etapa de su producción literaria está marcada por el mundo social y sus historias configuran, según Fernando Iwasaki «un territorio poblado por criaturas que construyen su propia marginalidad a través del lenguaje, la violencia, y los rituales iniciáticos, desde el sexo, las fiestas, los deportes, y la supervivencia parecen subordinados a una implacable ley de la calle jamás escrita, pero que todos sus protagonistas acatan».                                                                                                                            Hoy, la novela contemporánea va por otro rumbo, un rumbo en el que las historias que tienen como protagonistas a las revueltas sociales, las gestas colectivas y las revoluciones campesinas y obreras son proscritas del canon o tipificadas como anacrónicas.
Los autores y lectores de estos tiempos prefieren las narraciones cortas, localizadas en ambientes urbanos  y con protagonistas que padecen conflictos individuales salpicados con grandes dosis de sexo y violencia. Son los tiempos de las novelas breves, los libros de autoayuda y las sagas góticas en los que el entretenimiento, en algunos casos, vale más que la trascendencia.
La épica sigue existiendo, pero ha perdido fuerza y sobrevive a duras penas. Son raros los novelistas de hoy que desarrollan historias donde lo colectivo ocupa el rol central. Después de novelas como Redoble por Rancas de Manuel Scorza y La guerra del fin del mundo de Mario Vargas Llosa, la literatura mundial, con escasas excepciones, ha transitado preferentemente por el camino inverso: el descubrimiento del individuo y su existencia agónica como centros de gravedad de las historias.
Con La iluminación de Katzuo Nakamatsu, Augusto Higa parece haberse reinventado con gran éxito. Esta novela corta, influenciada por la narrativa occidental, en particular por Kafka y Thomas Mann, y la narrativa japonesa, en especial la de autores que cuyos personajes viven al borde del precipicio existencial, cuenta la historia de un descendiente de japoneses viudo y jubilado que un día sufre en el Parque de la Exposición de Lima una especie de enajenación mental, una iluminación o una epifanía (según se vea) mientras contempla los brotes de sakura.
Tras el sacudimiento que sufre su ser, Katzuo Nakamatsudeambula, según narra en un informe Benitto Gutti, un colega de Katzuo,  por las calles de los distritos criollos y mestizos de Lima en busca de sí mismo. En su viaje mental dialoga con el recuerdo del poeta Martín Adán, a quien admira desde siempre, y con el Etsuko Untén, un delirante patriota japonés que vive esperando el barco imperial que regresará a todos los japoneses a su patria original. Los amigos de Katzuo lo ayudan a salir del pozo, cosa que consigue más adelante con mucho esfuerzo.

El lenguaje de esta novela corta es magistral, limpio, con mucha plasticidad. En su relato abundan los adjetivos, pero su utilización nunca se torna incómoda. El discurso narrativo es también admirable gracias al manejo de la tensión propiciada por las reiteraciones y la pulsión nerviosa de las frases.

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