Se ha dicho que el fútbol es un negocio, una estructura de poder, un mito universal y unareligión. ¿Pero es realmente un conjunto de normas y valores sobrehumanos?
Para Yuval Norah Harari la religión “es un sistema de normas y valores humanos que se fundamenta en la creencia en un orden sobrehumano”. Ella es tan importante para el hombre que es casi imposible concebir la historia humana apartada de su influencia. El imaginario popular necesita del fútbol para que su vida sea menos aburrida. El verdadero opio de los pueblos, dicen algunas personas, es el fútbol. Y en esto quizás tenga cierto parecido con las religiones.
Desde que se inventó el fútbol y este fue ganando cada vez más adeptos hasta conquistar casi a la mayoría de seres humanos como un deporte que mueve nuestras pulsiones se ha dicho que el fútbol es una religión. Incluso futbolistas como Diego Armando Maradona tienen seguidores que han fundado una secta llamada “Iglesia maradoniana”.
El fútbol no es, desde luego, ni el más bello ni el más completo de los deportes, pero sí el único capaz, dice Juan Villoro, de «convertir a los estadios en catedrales, a los jugadores en apóstoles y a los árbitros en ángeles del infierno». ¿Pero puede considerarse por esto como una religión?
Lo cierto es que el fútbol es muchas cosas a la vez. Gobierna el mundo. El planeta hambriento, brutal, injusto y esquizofrénico ama su terapia, su evasión, su pan, su circo, su sueño de opio, su espejismo. No hay fraude en el fútbol. Tampoco pierde. Hay simbolismo bélico.
El fútbol es igualmente una estructura de poder y un negocio muy lucrativo. La industria del fútbol genera millones de dólares, gracias a la televisión y a una tecnocracia que quiere robots antes que futbolistas propiamente dichos. Los dirigentes del fútbol mundial eran hasta hace poco una especie de reyezuelos cínicos amparados por la FIFA, ese supra estado que tiene más agremiados que la ONU y, por lo mismo, más, muchísimo más, presupuesto que esta, lo cual supone un orden mundial sui generis, en el que ni siquiera los estados pueden intervenir directamente.
Las sociedades se miran en el espejo de fútbol para saber cómo son o se expresan, pero este, si atendemos al concepto de Harari, no es una religión. “El fútbol no es una religión porque nadie aduce que sus reglas reflejan edictos sobrehumanos. El islamismo, el budismo y el comunismo son religiones porque son sistemas de normas y valores humanos que se fundamentan en la creencia de un orden sobrehumano”.
Y claro no lo es porque a pesar de las muchas leyes, rituales y costumbres que lo componen todos los amantes de este deporte saben que fueron ingleses de carne y hueso quienes lo inventaron y que la corrupta FIFA es quien determina qué reglas permanecen o cuáles hay que cambiar. Por otra parte, si bien las normas de la FIFAN obligan a las federaciones a seguir sus mandatos, el fútbol no es (nunca ha sido) una fuente de normas y comportamientos morales.
Si el fútbol fuera en todo caso una religión, sería politeísta para sus seguidores y monoteísta para la FIFA. Pero como no lo es, quienes lo amamos lo sentimos más como una hermosa banalidad antes como que como un conjunto de creencias sobrehumanas. Tal vez sea una hermosa ficción para mantenernos adormecidos y cooperantes con un orden político feo e injusto que no se inmuta ante la destrucción del medio ambiente.
Ilustración. Tomada de http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2014/04/30/deporte-nueva-religion-iglesia-espina-futbol-encuesta-equipo-estudio.shtml