Muchos de los escritores y periodistas de la generación del 80 y el 90 le debemos a María Ofelia Cerro Moral no solo haber publicado nuestros primeros artículos en el suplemento Lundero, sino también haber descubierto el monstruo de la vocación periodística.
Con la aparición, en los años 80, del suplemento cultural Lundero de La Industria de Trujillo se abrió una etapa muy interesante de impulso a la cultura en el norte del Perú, particularmente a la literatura y a las artes plásticas; y con la muerte de quien fuera por varias décadas su directora, María Ofelia Cerro Moral —Marigola— se cierra en cierta forma ese periodo de gran producción creativa.
El suplemento Lundero, además de divulgar información sobre el patrimonio cultural de Trujillo y Chiclayo, organizó por muchos años un famoso concurso infantil y juvenil de cuento y poesía con el mismo nombre, concurso del cual emergerían poetas y narradores como Lizardo Cruzado, David Novoa, Pedro Diez Canseco, Luis Vigo Cabrera, Duncan Sedano y otros más. Era anual y el jurado de las diferentes versiones estuvo siempre formado por los escritores más renombrados del Perú, de modo que se trataba de una lid realmente consagratoria para todos los niños y jóvenes que concursaban.
María Ofelia Cerro Moral fue congresista de la República (1995-2000) y una las creadores y organizadoras de la Bienal de Pintura de Trujillo que tantos buenos recuerdos y orgullo provoca ahora entre los trujillanos. Es curioso que los últimos cincuenta años de nuestra historia cultural destaquen nítidamente los nombres de dos mujeres: el de María Ofelia Cerro Moral y el de Adriana Doig Manucci, quien retomó la energía inicial de Marigola y creó y organizó desde el 2002 hasta el 2009, con gran calidad y efectos mediáticos, la célebre Feria del Libro de Trujillo.
Conocí a María Ofelia Cerro Moral en 1986, gracias a la intermediación del escritor Guillermo Niño de Guzmán. Ella, gentilmente, me invitó a mí —y a muchos aspirantes a escritores y periodistas— a colaborar con artículos y entrevistas en el diario La Industria. Gracias a esa generosa acogida me convertí a los 23 años en columnista del suplemento dominical y articulista habitual del suplemento Lundero. Han pasado treinta años desde entonces.
Es justo reconocer que gracias a su liderazgo muchos de los miembros de mi generación afirmamos nuestra vocación por el periodismo. Siempre la recuerdo llamando para pedirme que escriba en su querido Lundero, para que reseñe un libro que acababa de publicarse, para que entreviste a un escritor de renombre o para que le sugiera algún tema para los números siguientes del suplemento. Es decir, hacía eso que ya no hacen los directores y editores de ahora: orientar y poner a trabajar a sus colaboradores.
Luis Cabrera Vigo, miembro conspicuo de la generación “Lundero” (y periodista a causa de esos efectos iniciales), ha resumido muy bien la influencia del quehacer de María Ofelia: «¿Cuántos lunderistas le agradecemos haber cobijado en sus páginas nuestros primeros, balbuceantes, textos? Muchos, muchísimos (…)». No solo tu generación, Luc Vigo, tiene que ser agradecida. La mía, en todo caso, le debe el comienzo de su pasión incesante por el periodismo, lo cual no es poca cosa.