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Los 50 de La ciudad y los perros

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La opera prima de Mario Vargas Llosa cumple 50 y la opinión es unánime: se trata de una obra maestra escrita por un joven de 27 años.
 El 2013, La ciudad y los perros, la opera prima de Mario Vargas Llosa, cumplirá cincuenta años de publicada. Con este motivo, La Real Academia  Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española han preparado la edición conmemorativa del libro, la cual acaba de aparecer en un formato elegante y acompañada de penetrantes ensayos sobre su trascendencia literaria.
Cuando se ha tratado de señalar el punto de partida del boom de la novela latinoamericana, la mayor parte los críticos coinciden en que la obra de Vargas Llosa es el partidor, es decir, el punto que divide las aguas entre la vieja y la nueva narrativa. Sin embrago, es justo hacer algunas precisiones, como dice Javier Cercas.
En 1963, año en que aparece, Vargas Llosa tenía 27 años y era un desconocido. Ese mismo año, Julio Cortázar publica Rayuela. Dos años antes, Ernesto Sabato y Juan Carlos Onetti habían entregado a los lectores Sobre héroes y tumbas y El astillero; y un año antes, Alejo Carpentier y Carlos Fuentes habían hecho lo mismo con El siglo de las luces y La muerte de Artemio Cruz. Cuatro años después Gabriel García Márquez irrumpiría en la escena literaria latinoamericana con Cien años de soledad.
Es decir, el entonces bisoño novelista peruano debutaba en un medio muy competitivo. ¿Pero por qué esta novela fue tan bien considerada por la crítica y su autor convertido en un referente de modernidad narrativa? Las razones son muchas, pero tal vez la más importante sea la precocidad y destreza con que Vargas Llosa manejaba las técnicas y procedimientos narrativos aprendidos de William Faulkner, Gustave Flaubert, James Joyce y Honorato de Balzac.
El joven Vargas Llosa saltaba a la palestra nada menos con novedades técnicas y, de algún modo, volvía extemporáneas las ideas que los viejos escritores hispanohablantes tenían de la novela. En el Perú, los efectos fueron en algunos casos catastróficos. Miguel Gutiérrez, afirma que el libro redujo «las innovaciones técnicas que habían hecho los narradores del 50 a inventos incipientes y de alcances muy limitados».
Pero ocurre con las grandes innovaciones, La ciudad y los perrostuvo en el momento de su debut admiradores y detractores. Los primeros, desconcertados, se rindieron a ojos cerrados a su propuesta estética; los segundos, movidos por la envidia y la ceguera, la calificaron de inverosímil, pretenciosa y superficial. Lo cierto es que la novela estaba allí, en un contexto socio-político vertiginoso y codeándose con las obras maestras de grandes novelistas. Respecto a los bruscos cambios de tiempo, espacio y narrador que exhibía el libro de Vargas Llosa, el uruguayo Mari Benedetti afirmó que a los lectores les era muy difícil entrar a la historia, sin embargo más difícil les resultaba salir de ella.
Más de treinta años después, he vuelto a leer  La ciudad y los perros y mi experiencia ha vuelto a ser esencialmente la misma, aunque no igual. Yo, por supuesto, ya no soy el lector de hace más treinta años. La novela tampoco: se ha enriquecido con la opinión de millones de lectores. No obstante, ese mundo esférico y autosuficiente del colegio militar Leoncio Prado me sigue seduciendo con la misma energía y placer.
¿Por qué leer La ciudad y los perros  medio siglo después de su aparición? Las respuestas, creo, son diversas, de acuerdo al tipo de lector que se aproxime a sus páginas. Para un aspirante a escritor, por ejemplo, constituirá un modelo a seguir debido a la pericia técnica desplegada; para un lector común y corriente, una fuente de gozo y conocimiento; para un lector exigente, un producto fascinante en fondo y forma; y para un escéptico, el retrato metafórico de un país desconcertante y lleno de amor-odio. Y las lecturas nunca terminarán de agotarse.
Una historia relativamente simple, de corte policial y bien contada ha resistido la prueba del tiempo y está cómodamente instalada en la mente del lector promedio, o mejor dicho, del insospechado lector promedio peruano. Pienso que por tocar temas tan universales y pulsar con tanta eficacia en la fibra íntima del drama humano, la ambigüedad moral del Jaguar, la cobardía del Esclavo, los remordimientos del Poeta y la rigidez del teniente Gamboa seguirán solicitando por muchos años más nuestra solitaria y alicaída complicidad de lectores.
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Fotografía: EFE/Kote


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