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Fujimorismo y antifujimorismo

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¿Existe realmente un pugna ideológica en el actual proceso electoral o solo se trata de un enfrentamiento electoral al que concurren dos estados de ánimo que algunos llaman fujimorismo y antifujimorismo?
 Algunos analistas políticos sostienen que el debate político del país en el siglo XX enfrentó a dos corrientes ideológicas: el aprismo y el antiaprismo. La segunda, a diferencia de la primera, no era homogénea y agrupaba a fascistas, militaristas, socialistas y comunistas.
A finales del siglo XX y comienzos del XXI, el debate político, según esos mismos analistas, enfrenta a dos fuerzas: el fujimorismo y el antifujimorismo, lo cual me parece un poco exagerado. Se trata de un enfrentamiento, según mi punto de vista, electoral más que ideológico y, por lo mismo, circunstancial que no comienza  ni termina con las marchas contra Keriko Fujimori ni la acusación de “terrucos” a los que promueven el “no” a su candidatura.
En realidad lo que debería ocurrir es un pugna ideológica entre el modelo neoliberal y el modelo socialista que representa Verónica Mendoza. El fujimorismo no una ideología, es un movimiento clientelista y emocional que simpatiza con el neoliberalismo, pero del que no sabemos a ciencia cierta qué es ideológicamente. Alfredo Barnechea dice que en este proceso electoral hay dos modelos enfrentados: uno es el liberal a ultranza y el otro que, supuestamente, representa a él. ¿Pero cuál es el modelo que él representa? ¿No es acaso también  el neoliberal?
En su libro Ciudadanos sin República, Alberto Vergara  sostiene que en la construcción del desarrollo social peruano contemporáneo han competido históricamente cuatro proyectos: el republicano, el socialista, el corporatista y el neoliberal. Ha habido, es cierto, otro tipo de promesas, pero no han tenido mayor gravitación.
Las promesas socialista y corporatista (el Apra y el velasquismo, según Vegara) están “enterradas” o han sido arrasadas por la fuerza de los acontecimientos a fines del siglo XX. La promesa republicana  nunca se ha concretado y es más bien –sostiene Vergara― un fracaso sistemático. Este conviviría en relación de desencuentro con la promesa neoliberal, la cual sí ha logrado éxito a partir de los años 90 y consiste, esencialmente, en el desarrollo del mercado sin presencia del Estado y en la redistribución de la riqueza gracias a la competencia económica, con las consiguientes desigualdades que esto acarrea.
En lo que sí tiene razón Barnechea es que el modelo neoliberal está en crisis y necesita ser revisado y contrastado con otro modelo. Lo que no sabemos exactamente es en qué consiste esta nueva visión ideológica que vaya más allá de las propuestas de revisar los contratos de explotación del gas, el Perú como doctrina o la mayor intervención del Estado para defender el derecho de los ciudadanos. Hasta ahora, por lo menos, un modelo alternativo sí es el que plantea el Frente Amplio, pero nadie quiere hablar de esto. Los grupos políticos prefieren el ataque verbal y los medios de comunicación los titulares sesgados u opinativos y aceptar la superficialidad de que el debate es únicamente entre fujimoristas y antifujimoristas.




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