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Guerra verbal y elecciones

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Llamar a una candidata ‘bruta’ y ‘babosa’ es poco comparado con llamar ‘terruco’ a un ciudadano que piensa diferente. Estas calificaciones, comprensibles pero  injustas e irreales, revelan sin duda nuestro miedo al pasado.
Una de las etapas más terribles de nuestra historia es la guerra que desató  Sendero luminoso contra el Estado peruano, la cual provocó la muerte de miles de personas y abrió una brecha de rencor entre las víctimas de ambos bandos.
La Comisión de la Verdad nombrada por el gobierno de Alejandro Toledo analizó el contexto que dio origen a la guerra, investigó los crímenes y violaciones a los derechos humanos de los dos lados, determinó, en lo posible, a los responsables y formuló propuestas de reparación moral y económica para las víctimas con el fin de promover la reconciliación entre los peruanos.
Los resultados de dicha Comisión fueron aceptados por un sector de la sociedad y rechazados por otro. Lo cierto es que su investigación abrió viejas heridas, colocó a la mayoría de peruanos frente a la dolorosa verdad y nos advirtió del peligro de repetir experiencias de violencia semejantes.
En los últimos días, las salidas de César Acuña y Julio Guzmán de la competencia electoral provocó un realineamiento de los candidatos que quedaban en el partidor. Los más favorecidos por esta situación han sido sin duda Alfredo Barnechea y Verónica Mendoza, ubicados en el centro y la izquierda del espectro político respectivamente. Esto ha provocado, como se preveía, el estallido de una serie de ataques y acusaciones verbales con el fin de ganar distancia en la carrera.
En esta guerra en la que los candidatos se acusan de ‘chavistas’, ‘lobistas’, ‘corruptos’, ‘velasquistas’, ‘apristas’ y ‘fujimontesinistas’ (así llama Hugo Otero a Alfredo Barnechea), ha intervenido, sin invitación previa, una actriz, Karina Calmet —quien representa paradójicamente el papel de una mujer boba en una serie de televisión— para llamar a la candidata Mendoza ‘bruta’ y ‘babosa’. Los calificativos últimos son ofensivos, pero no los más fuertes. Los más fuertes son ‘terruco’ o ‘terrorista’, lanzados por quienes creen ver en la mencionada candidata y sus seguidores a la encarnación del peligro comunista y totalitario.
Entiendo que el uso de los términos ‘terruco’ o ‘terrorista’ está motivado por el miedo al pasado y a la destrucción provocada por los huestes de Abimael Guzmán. Ningún peruano quiere volver a vivir ese episodio negro de nuestra historia. Digamos que estos calificativos expresan muy bien una especie de compulsión a evitar o eliminar todo aquello que nos recuerde la destrucción senderistas. Los comprendo, pero creo que su uso ahora es irreal e injusto.

Quien lo explicado mejor es la periodista Patricia del Río: «Prácticamente no conozco a un solo peruano cuya vida no haya sido tocada de una manera trágica por la guerra que el Perú libró contra el terrorismo durante más de diez años. El terrorismo nos ocurrió a todos. Nos golpeó a todos y todos lo deberíamos deplorar con la misma fuerza, con la misma convicción. Cuando usas la palabra ‘terruco’ para agredir a quien no piensa como tú, no estás insultando a una persona. Estás insultando a un país entero, estás banalizando la desgracia. Tu desgracia». ¿Qué piensa usted?
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Ilustración tomada de ADN Sureste. 

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