Siempre quise ser novelista. De niño soñaba con escribir historias de aventuras que emularan a los héroes legendarios creados por Emilio Salgari, Daniel Defoe o R. L. Stevenson, pero nunca me atreví a escribir una historia larga, una historia de ficción que comprometiera en su escritura a mi cuerpo y a mi alma. Mientras tanto me dediqué a la poesía, un oficio que me ha dado muchas satisfacciones y me ha ayudado a conocer mejor el lenguaje. Oficio que, por cierto, no voy a abandonar jamás.
En los años en que asediaba a la novela sentía también que me faltaba el conocimiento técnico y la experiencia vital para ponerme a escribir una, hasta que hace unos años me atreví por fin y salió lo que salió. Lo que salió es una novela de mediana extensión que he corregido varias veces y que tiene como punto de partida mi experiencia emocional, política y social de mis años como estudiante universitario. La novela fue premiada en el marco del Hay Festival de Arequipa por la Fundacion para la Literatura Peruana y el BVVA y presentada al concurso por editorial CEA. Su primera versión fue rechazada por dos editoriales importantes de Lima, rechazada en el sentido de que nunca recibí una respuesta sobre la decisión que habían tomado los editores respecto a mi manuscrito. En este sentido, el silencio dijo más que las palabras. Este mismo silencio elocuente es el que creo percibir entre quienes me conocen y no aceptan que sea capaz dar el salto y publicar una novela. El mundo literario es muchas veces una cueva donde campea la envidia y el ataque artero; es lo que Mircea Cărtărescu llama "el cordón sanitario de la fama". Esto, está demás decirlo, me tiene sin cuidado.
Dentro de poco publicaré Señor Cioran no porque sienta que ya cuento con el conocimiento técnico y la experiencia vital para hacerlo, sino porque necesito hacer algo para confirmar que mi vida no es posible si no tengo a la literatura conmigo. Ahora mismo me encuentro escribiendo una segunda novela que no sé exactamente a dónde se dirige, una novela que siento que me sale de las entrañas y que ha sido motivada en buena cuenta por mi experiencia como padre de Luciana, una niña de cuatro años que ha cambiado mi forma de ver el mundo. Con esta nueva visión y con la que me da lo novela sobre el medio en el que vivo, creo que tengo suficiente.Toda literatura es, en cierto sentido, autobiográfica, lo cual no significa que tenga que ser necesariamente real, aunque sí verdadera. Estoy próximo a cumplir cincuenta y tres años y tengo la sensación de que es el momento adecuado para hacer realidad mi sueño de ser un novelista. Que sea uno bueno o malo, el tiempo y los lectores lo dirán. En todo caso, procuro ser auténtico y ponerle cariño a lo que escribo. Creo que los años previos a la escritura de Señor Cioran han sido años de preparación para este encuentro con el mundo narrativo. Son años también de mucha lectura y mucho sacrificio. Ante mis ojos han desfilado cientos, miles de ensayos, novelas, cuentos y poemas leídos con pasión y robándole tiempo al tiempo. Si no fuera por la lectura, mi amor por el mundo y la literatura hubiera desfallecido. "Que otros se enorgullezcan de los libros que han escrito, yo me enorgullezco de los libros que he leído", dijo Jorge Luis Borges, y yo lo suscribo plenamente.
En realidad, es muy difícil decir exactamente de qué va Señor Cioran. Claro que todo novela tiene una historia madre, un esqueleto narrativo al que el lector puede seguir sin confundirse. Lo que sigue es un intento por capturar su contenido, que espero seduzca a los lectores y les permita leerla con libertad y sin prejuicios. Yo aspiro a que mi literatura sea universal, obtenga cada vez una mayor calidad y no se acompleje ante nada ni ante nadie. De allí mi profunda aversión a las quejas continuas de los escritores que viven en "provincias" sobre sus propias limitaciones, así como al desdén de quienes se creen parte del canon literario del Perú porque viven o publican en Lima. Ignoran que Lima es, a su vez, la periferia de otros centros o, en todo caso, que Internet ha dividido el mundo en varios centros y en varias periferias.
Señor Cioran es un homenaje a Emil Cioran, el ilustre pesimista rumano, nombre que los protagonistas de una de las historias usan como contraseña para reconocerse en la clandestinidad. En mis años como estudiante universitario eran muy pocos los que leían a Emil Cioran, sin embargo los que lo conocíamos estábamos convencidos que su pesimismo calzaba muy bien con el espíritu gris de los años 80 y que, al mismo tiempo, era como una cuerda que tensaba en sentido contrario los sueños "revolucionarios" de muchos de nosotros. En la facultad donde estudiaba había de todo: comunistas, demócrata-cristianos, apristas, reaccionarios, conservadores, descreídos y optimistas. El problema era que la "revolución" no la querían hacer los optimistas, sino los pesimistas. Todos, sin embargo, padecían una país quebrado, sin esperanzas, casi sin porvenir.
La novela desarrolla cuatro historias en paralelo, las cuales se mezclan en distintos momentos. La primera: la relación tortuosa entre un miembro del servicio de inteligencia con una ex subversiva convertida en prostituta; la segunda: el drama de un grupo de soñadores e inconformes que quieren cambiar el mundo, pero el miedo los paraliza y termina cambiándolos a ellos; la tercera: la crisis existencial de un aspirante a poeta -y admirador de Cioran- que traiciona a sus amigos “revolucionarios” y termina suicidándose; y la cuarta: el amor entre el narrador de las historias y la mujer de su juventud, amor que los conduce al exilio en Europa, donde ellos presumen que serán felices y donde, de algún modo, se encontrarán con el fantasma de Fernando Pessoa, a quien el narrador ama hasta el llanto.
Señor Cioran es, en cierta manera, un retrato conmovedor y grotesco de la condición humana y el idealismo juvenil universitario durante las décadas de los 80 y los 90 en Trujillo (y por extensión en el Perú), una revisión entre serena y pesimista de las convicciones ideológicas, así como una apuesta a favor de la racionalidad y la sensatez como fórmulas para acabar con el odio y la enemistad que destruyen a las sociedades debilitadas por la indiferencia y el egoísmo.
Nota: Esta no es la portada del libro. Es un borrador que se está usando como referente para elaborar el diseño final de la misma.
En los años en que asediaba a la novela sentía también que me faltaba el conocimiento técnico y la experiencia vital para ponerme a escribir una, hasta que hace unos años me atreví por fin y salió lo que salió. Lo que salió es una novela de mediana extensión que he corregido varias veces y que tiene como punto de partida mi experiencia emocional, política y social de mis años como estudiante universitario. La novela fue premiada en el marco del Hay Festival de Arequipa por la Fundacion para la Literatura Peruana y el BVVA y presentada al concurso por editorial CEA. Su primera versión fue rechazada por dos editoriales importantes de Lima, rechazada en el sentido de que nunca recibí una respuesta sobre la decisión que habían tomado los editores respecto a mi manuscrito. En este sentido, el silencio dijo más que las palabras. Este mismo silencio elocuente es el que creo percibir entre quienes me conocen y no aceptan que sea capaz dar el salto y publicar una novela. El mundo literario es muchas veces una cueva donde campea la envidia y el ataque artero; es lo que Mircea Cărtărescu llama "el cordón sanitario de la fama". Esto, está demás decirlo, me tiene sin cuidado.
Dentro de poco publicaré Señor Cioran no porque sienta que ya cuento con el conocimiento técnico y la experiencia vital para hacerlo, sino porque necesito hacer algo para confirmar que mi vida no es posible si no tengo a la literatura conmigo. Ahora mismo me encuentro escribiendo una segunda novela que no sé exactamente a dónde se dirige, una novela que siento que me sale de las entrañas y que ha sido motivada en buena cuenta por mi experiencia como padre de Luciana, una niña de cuatro años que ha cambiado mi forma de ver el mundo. Con esta nueva visión y con la que me da lo novela sobre el medio en el que vivo, creo que tengo suficiente.Toda literatura es, en cierto sentido, autobiográfica, lo cual no significa que tenga que ser necesariamente real, aunque sí verdadera. Estoy próximo a cumplir cincuenta y tres años y tengo la sensación de que es el momento adecuado para hacer realidad mi sueño de ser un novelista. Que sea uno bueno o malo, el tiempo y los lectores lo dirán. En todo caso, procuro ser auténtico y ponerle cariño a lo que escribo. Creo que los años previos a la escritura de Señor Cioran han sido años de preparación para este encuentro con el mundo narrativo. Son años también de mucha lectura y mucho sacrificio. Ante mis ojos han desfilado cientos, miles de ensayos, novelas, cuentos y poemas leídos con pasión y robándole tiempo al tiempo. Si no fuera por la lectura, mi amor por el mundo y la literatura hubiera desfallecido. "Que otros se enorgullezcan de los libros que han escrito, yo me enorgullezco de los libros que he leído", dijo Jorge Luis Borges, y yo lo suscribo plenamente.
En realidad, es muy difícil decir exactamente de qué va Señor Cioran. Claro que todo novela tiene una historia madre, un esqueleto narrativo al que el lector puede seguir sin confundirse. Lo que sigue es un intento por capturar su contenido, que espero seduzca a los lectores y les permita leerla con libertad y sin prejuicios. Yo aspiro a que mi literatura sea universal, obtenga cada vez una mayor calidad y no se acompleje ante nada ni ante nadie. De allí mi profunda aversión a las quejas continuas de los escritores que viven en "provincias" sobre sus propias limitaciones, así como al desdén de quienes se creen parte del canon literario del Perú porque viven o publican en Lima. Ignoran que Lima es, a su vez, la periferia de otros centros o, en todo caso, que Internet ha dividido el mundo en varios centros y en varias periferias.
Señor Cioran es un homenaje a Emil Cioran, el ilustre pesimista rumano, nombre que los protagonistas de una de las historias usan como contraseña para reconocerse en la clandestinidad. En mis años como estudiante universitario eran muy pocos los que leían a Emil Cioran, sin embargo los que lo conocíamos estábamos convencidos que su pesimismo calzaba muy bien con el espíritu gris de los años 80 y que, al mismo tiempo, era como una cuerda que tensaba en sentido contrario los sueños "revolucionarios" de muchos de nosotros. En la facultad donde estudiaba había de todo: comunistas, demócrata-cristianos, apristas, reaccionarios, conservadores, descreídos y optimistas. El problema era que la "revolución" no la querían hacer los optimistas, sino los pesimistas. Todos, sin embargo, padecían una país quebrado, sin esperanzas, casi sin porvenir.
La novela desarrolla cuatro historias en paralelo, las cuales se mezclan en distintos momentos. La primera: la relación tortuosa entre un miembro del servicio de inteligencia con una ex subversiva convertida en prostituta; la segunda: el drama de un grupo de soñadores e inconformes que quieren cambiar el mundo, pero el miedo los paraliza y termina cambiándolos a ellos; la tercera: la crisis existencial de un aspirante a poeta -y admirador de Cioran- que traiciona a sus amigos “revolucionarios” y termina suicidándose; y la cuarta: el amor entre el narrador de las historias y la mujer de su juventud, amor que los conduce al exilio en Europa, donde ellos presumen que serán felices y donde, de algún modo, se encontrarán con el fantasma de Fernando Pessoa, a quien el narrador ama hasta el llanto.
Señor Cioran es, en cierta manera, un retrato conmovedor y grotesco de la condición humana y el idealismo juvenil universitario durante las décadas de los 80 y los 90 en Trujillo (y por extensión en el Perú), una revisión entre serena y pesimista de las convicciones ideológicas, así como una apuesta a favor de la racionalidad y la sensatez como fórmulas para acabar con el odio y la enemistad que destruyen a las sociedades debilitadas por la indiferencia y el egoísmo.
Nota: Esta no es la portada del libro. Es un borrador que se está usando como referente para elaborar el diseño final de la misma.