Una excelente historia de Fernando Ampuero basada en la tragedia del terremoto de 1970 revela, por un lado, a un país solidario y, por otro, a seres humanos enfrentados con sus propios males. En medio de todo esto, la escritura pretender ser un antídoto contra el olvido.
Quizás la mayor dificultad en la escritura de una novela breve es el equilibrio por el que debe optar debido a su parecido con el cuento y su filiación con la novela convencional: por un lado, debe concentrar sus recursos sin llegar nunca a los dominios del relato; y por otro, tejer progresivamente una historia sin exagerar su extensión.
Sucedió entre dos párpados de Fernando Ampuero es una novela que se mueve en esta línea de equilibro con naturalidad. Una experiencia “intensa y desoladora” como el terremoto de 1970 en Ancash parece, a primera vista, un tema apropiado para acometer una larga historia de corte social o épico, sin embargo lo que ha escrito Ampuero es una ficción con “una visión poética y personalísima”. El ancla, es decir el lugar y el instante de la narración, es un buen punto de partida, pero no basta por sí mismo. Hay que saber complementarlo con otros vehículos narrativos, como la construcción de personajes, escenas y conflictos, que en el caso de esta novela son impecables.
La trama se desarrolla sobre la base de núcleos narrativos que han sido ensamblados con mucha habilidad y oficio. El primero es el caso de Leonardo, el niño que salvó de morir gracias al payaso “Cucharita”. Su testimonio ayuda a los militares a reconstruir el proceso de la tragedia y al excéntrico párroco de Yungay a crear la santidad del payaso. El segundo es la experiencia de Gustavo, un aspirante a escritor que decide viajar de Lima a Ancash como voluntario. En el camino descubre la realidad de un país devorado por el cataclismo, la improvisación, el desconcierto y la rapiña, así como el sentido de la existencia y el amor ocasional. Y el tercero, la charla agónica que mantienen dos jóvenes sepultados bajo el suelo Yungay en cuyas palabras se filtra el terror y la injusticia provocados por el terremoto. Este visión sombría que atraviesa en realidad toda la novela es atemperada (y contrastada) por la euforia social que desata la participación de la selección peruana en el mundial de fútbol de México 70.
En realidad, más que relatar una historia un escritor lo que hace es descubrir nuevamente el mundo, mirarlo desde otro ángulo, con otro enfoque. Sucedió entre dos párpados es la alegoría de un hecho aciago del pasado materializado a través de relatos simbólicos, el más importante de los cuales, según mi modo de ver, es el que corresponde a Gustavo. Este joven que aspira a utilizar la literatura como su modus operandi encarna, al mismo tiempo, la trayectoria real de un país al que la tragedia mueve a la solidaridad, pero también al olvido y a la indiferencia. Por esta razón, la escritura —“las mareas de la escritura”— es tan importante para la reconstrucción de los acontecimientos: el niño Leonardo escribe en pedazos de papel los últimos momentos del payaso “Cucharita”, Gustavo apunta en un cuaderno las intensas experiencias que vive y los sepultados colocan en un muro la frase que los rescatará de la muerte inminente.