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Reflexiones de fin de año

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¿Qué publicar cuando el 2014 está a punto de acabarse? Un texto reactualizado sobre el significado de hacer literatura en y desde la periferia podría ser lo más oportuno. 
Siempre me he preguntado cómo ve o siente la literatura un poeta o un narrador que lee, escribe, trabaja y vive en Trujillo. Toda respuesta, supongo, se enmarca dentro de un contexto puramente personal y ella tiene que ver mucho con la manera como cada uno entiende el fenómeno literario, lee, publica, viaja o cultiva su autoestima. 
Debido a que el Perú es un país política y económicamente centralista, el proceso literario –dicen los estudiosos- repite esta estructura de poder: un centro que acapara todo y una periferia que pugna, sin ninguna posibilidad de éxito, por conseguir un pedazo de los privilegios de ese centro. 
Según Washington Delgado, la dicotomía centro-periferia no ha sido estática en el Perú. El centro unas veces ha estado en provincias (como en los años 20 del siglo pasado) y otras veces, como ahora, ha estado en Lima; es decir, ha fluctuado cada cierto tiempo a causa de factores políticos, económicos y sociales. Por otra parte, no hay que perder de vista que así como Trujillo es la periferia de Lima, esta es a su vez la periferia de México y esta la periferia de París o Nueva York. 
En todo caso, creo que un poeta o un narrador que vive en Trujillo piensa y siente la literatura tan igual como el poeta y narrador que vive en cualquier lugar del mundo. Iván Thays dice que solo existe una forma de ser escritor peruano: vivir en el exilio, sea este interior y exterior. En el primer caso, supone parapetarse en una cueva periférica y defenderse a como dé lugar de la hostilidad del mundo. En el segundo caso, consiste en marcharse del lugar de origen para vivir (y escribir) en un lugar del centro. Supongo que los poetas y narradores que escriben en Trujillo padecen una especie de exilio. Desde esa condición de extrañeza, en mi caso, quisiera explicar algunas ideas respecto a cómo veo o siento la literatura. 
Como algo fascinante, arduo, divertido y, al mismo tiempo, muy serio. Aunque suene trasnochado, creo que el principal deber de un poeta o de un escritor es para con el lenguaje. La belleza para expresarse requiere de un instrumento idóneo. Es como en el fútbol: para jugar bonito hay que aprender antes como se patea una pelota. 
Como algo que no admite medias tintas. Y si las admite, quiere decir que se vive a modo de una esquizofrenia, de una disociación peligrosa que te puede llevar al fracaso o la consagración. Hay quienes se entregan en cuerpo y alma y quieren hacerse invisibles o demasiado visibles. Otros se entregan en medio cuerpo y en media alma y, si tienen suerte, terminan siendo más o menos conocidos. Los menos afortunados terminan por desaparecer para siempre. (Robert Walser-Fernando Pessoa/ Julio Ramón Ribeyro-Carlos Eduardo Zavaleta). 
Como algo que no te hace mejor o peor persona, sino que te salva del aburrimiento de la vida. La vida es, por definición, monótona, frívola, repetitiva y limitada. La literatura es plural, profunda, diversa y libre e imaginativa. Uno escribe solo por estas razones. En mi caso, yo no tengo un propósito moral, una ideología o un interés especial para escribir. 
Como una fuente de discordia y provocación, igual que en cualquier oficio, arte, profesión o empleo humano. El odio y la envidia son patéticos en la literatura. Son más los que desean que te chanque un carro en una esquina cualquiera que los que ganes el premio Alfaguara de novela. Los poetas y escritores son a menudo más desleales y envidiosos. A veces uno no escribe para que lo quieran más. Como una expresión de la condición humana. Antes que desde una patria social, jurídica o política, se escribe desde la sinceridad. Creo que es fatal sentir o pensar como un provinciano, como un tercermundista o como un rezagado. Vivimos en la periferia, alejados de los centros culturales del mundo, pero esto no quiere decir que lo que escribamos no tenga valor. La globalización podrá haber fracasado en su intento de convertir al mundo en una aldea verdaderamente global; no obstante, no ha matado la creatividad y la imaginación, que son más fecundas donde más limitaciones técnicas y materiales existen.

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