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La dificultad de convivir con el otro

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Vivimos en una sociedad poscolonial y nuestras mayores dificultades son la intolerancia y la incapacidad para comprender lo que piensa el otro. ¿Cuánto de nosotros mismos estamos dispuestos a dar para que esto se acabe?
 La alteridad es la condición de ser otro: una persona distinta no solo físicamente, sino también a nivel de pensamiento. A los peruanos nos cuesta mucho aceptar que existen otros con iguales deberes y derechos que los nuestros. En este sentido, el racismo sigue operando como un síntoma de esa alteridad perturbada y esto convierte al Perú en un país muy fracturado socialmente.
«Yo creo que en la infancia de la sociedad peruana está el gran conflicto de  la alteridad, porque somos una sociedad poscolonial fundada sobre desigualdades. Esto forma parte de una gran patología que podría resumir como la dificultad de convivir con el otro como un igual (…)», afirma el psicoanalista Jorge Bruce. Esas desigualdades de las que habla Bruce están enraizadas en el imaginario y adquieren forma vía la intolerancia y la incapacidad para colocarse en el pellejo del otro.
La intolerancia tiene raíces religiosas y se refiere en general «a la falta de respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias». Los políticos  y algunos jerarcas de iglesia se comportan de este modo; es decir, no soportan que otros ―que tal vez forman parte de su entorno o son totalmente ajenos a este― puedan practicar creencias o manifestar públicamente ideas diferentes debido a que las consideran inferiores o porque simplemente no están dispuestos a abrir grietas en su fundamentalismo.
Esa alteridad enfermiza de la que habla Bruce y la gran intolerancia que corroe las entrañas de los distintos estamentos sociales explican por qué no hemos superado el estatus de sociedad poscolonial y por qué la democracia resulta todavía un punto de luz muy lejano. “Sociedad poscolonial” significa una sociedad regida por patrones mentales del pasado profundamente discriminadores y verticalistas  y “un punto de luz muy lejano” que estamos muy lejos de alcanzar una convivencia civilizada. Gracias a esto, predominan la pobreza, las discordancias sociales, la discriminación (racial, social, sexual, económica e ideológica)  y, en general, un profundo debilitamiento de los lazos entre el Estado y la ciudadanía.
La otra forma en que se manifiesta la alteridad enfermiza de los peruanos es la incapacidad para «tratar de comprender ―dice  Jorge Bruce― a quien piensa diametralmente lo opuesto. Para ilustrarnos al respecto, el  psicoanalista cuenta lo siguiente: « (…) hace poco estuve discutiendo sobre las obra “El ojo que llora” y, de pronto, me encontré diciendo en público que yo nunca he había dado el trabajo de entender qué sienten los fujimoristas acerca de la obra y creo que ha sido un error mío».
He ahí el problema: ¿cuánto espacio estamos dispuesto a darle al otro?, ¿con cuánta comprensión recibiremos sus puntos de vista?





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