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La edición como género literario

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Pocas veces nos detenemos a pensar cuál es rol que las solapas y las contratapas de un libro juegan en el proceso de seducir  a un lector y consagrar a la edición como un nuevo género literario.
En su libro La marca del editor, el mítico editor italiano Roberto Calasso dice: «Los escritores, en principio, son productores de cadáveres, que en ciertos casos pueden ser sometidos a experimentos galvánicos gracias a la intervención de agentes externos: los lectores». Pero estos no son los únicos dotados para convertir un libro en estado larval en un ser con vida propia y completa. Están también los editores.
Es muy difícil saber a ciencia cierta qué es un buen editor, sin embargo especialistas como Calasso coinciden en que se trata de alguien que adapta, limpia de hojarascas y acondiciona un libro a las normas de diseño y calidad y, sobre todo, quien posee olfato, visión e intuición para combinar lo clásico con lo desconocido y crear las condiciones para que lo publicado se conecte con el lector.
Roberto Calasso afirma que el primer gran editor fue el veneciano Aldo Manuzio en el siglo XVI, quien logró dos cosas notables: la edición como una forma (selección, tipografía, forma, tamaño, páginas de apertura, tipo de papel, portada, etc.) y la invención del libro de bolsillo: una edición en 1502 del Filoctetes de Sófocles. Después de estos logros, todo lo demás resulta una variación.
La edición no es solo un arte o una parte de la producción del libro. Calasso va más allá. Afirma que se trata de un género literario “híbrido y multimediático”: «Traten de imaginar una editorial como un único texto formado no sólo por la suma de todos los libros que ha publicado sino también por todos sus otros elementos constitutivos, como las cubiertas, las solapas, la publicidad, la cantidad de ejemplares impresos o vendidos, o las diversas ediciones en las que el mismo texto fue presentado. Imaginen una editorial de esta manera y se encontrarán inmersos en un paisaje muy singular, algo que podrán considerar una obra literaria en sí, perteneciente a un género específico».
En la práctica de ese nuevo género literario destacan especialmente los textos de las solapas y las contraportadas, vías a través de las cuales los lectores “oyen” la voz de los libros. De manera que escribirlos requiere de experiencia, astucia y capacidad, cualidades que, por lo general, las tienen los buenos editores.

El antecedente de los textos de las solapas y las contratapas son las “epístolas dedicatorias”, un género literario que empezó en el siglo XVI en el que el autor se dirigía al mecenas que había financiado la obra combinando la adulación y el argumento comercial. Con el paso del tiempo, los lectores buscaron argumentos de apoyo sobre la calidad de un libro ya no en las epístolas (que por lo general eran las primeras páginas de un libro) sino en sus partes externas: en las solapas y en las contratapas. Quizás algún día se puedan editar, por ejemplo, los textos que escribieron (o dirigieron) para libros de éxito editores legendarios como Roberto Calasso, Giulio Einaudi, Gaston Gallimard, Maxwell Perkins, Gordon Lish, Carlos Barral o Jorge Herralde.

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