Javier Cercas ha escrito no solo una novela que borra los límites entre la verdad y la mentira, sino una historia conmovedora que enfrenta al lector consigo mismo.
Javier Cercas califica a su último libro, El impostor, como una «novela sin ficción saturada de ficción». Lo primero, porque intenta descubrir la verdad sobre la vida embustera de Enric Marco, un barcelonés que se hizo pasar como un deportado y superviviente del campo de concentración nazi de Flossebürg hasta que fue descubierto por un historiador, Benito Bermejo, en el 2005; y lo segundo, porque el personaje del que se ocupa es en sí mismo una mentira construida con verdades a medias y, por lo tanto, una ficción seductora que mantuvo engañada a la sociedad española durante tres décadas.
El impostor se desarrolla en base a dos relatos: el que narra la vida rocambolesca del citado Enric Marco y el que ―auxiliado por el ensayo, la crónica y la autobiografía― cuenta el proceso de investigación, documentación, valoración y escritura que realiza Cercas sobre lo que tiene entre manos (un proceso por lo demás más lleno de dudas que de certezas). Quizás esta es la parte más sorprendente y enriquecedora del libro.
“Tal vez lo que ocurrió no deba ser comprendido, en la medida en que comprender es casi justificar”, escribió Primo Levi en Si esto es un hombre, libro basado en su aterradora experiencia en el campo de exterminio de Auschwitz. Javier Cercas se plantea una pregunta semejante al abordar la vida de Enric Marco: ¿entender es justificar? Y a eso es a lo que se dedica a lo largo de cuatrocientas veinticinco páginas: a tratar de comprender ―sin intención de justificar nunca― por qué el embustero Marco hizo lo que hizo y dijo lo que dijo durante tanto tiempo sin que nadie pudiera descubrirlo.
El principal argumento que se esgrimió en contra del impostor es que su comportamiento resultaba combustible para quienes creían que el Holocausto nunca había existido y que los nazis no habían sido tan malos como parecían. Marco se defendía de este argumento, y de otros menos letales, diciendo que su “alteración de la verdad” servía para darle voz a los que no tenían voz y para recordarle al mundo que cosas como el exterminio nazi no deberían volver a suceder.
«¿Es moralmente lícito mentir?», se pregunta el novelista español. Los relativistas sostienen que la mentira no siempre es mala y a veces es necesaria para alcanzar el bien (esto lo que Platón llamaba “noble mentira” y “mentiras oficiosas” Montaigne). Los absolutistas como Inmmanuel Kant argumentan, en cambio, que la prohibición de mentir no admite medias tintas; es decir, que hay que decir la verdad aún a costa de nuestra propia vida. Mario Vargas Llosa, quien estuvo muy lejos de absolver a Marco cuando se descubrió su engaño, sostuvo en su artículo “Espantoso y genial” que el falso superviviente de un campo de concentración había operado y obtenido los mismos resultados que un novelista: esto es, que había sido un mentiroso que decía siempre la verdad.
Lo que ha conseguido finalmente Javier Cercas es una novela fascinante y conmovedora que nos ayuda ―en base a interrogantes más que en respuestas― a comprender más al ser humano que a Marco, a explorar las fronteras entre la verdad y la falsedad y admitir, sin complejos, nuestra capacidad infinita para el autoengaño.