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Ciencia, entre lo claro y los oscuro

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El reto antiguo de la ciencia fue lidiar contra prejuicios ideológicos, su reto actual es evitar que intereses privados impidan que sus beneficios lleguen a toda la humanidad.
 La Internet le ha traído al mundo una serie de beneficios, uno de estos es la aceleración del conocimiento humano. Otro es el fácil acceso a este conocimiento almacenado en millones de ordenadores a lo largo de la tierra. Gracias al primero,  la ciencia y la tecnología vuelven cada día más cómoda la vida; y gracias al segundo, la información ya no es privilegio de unos cuantos.
La aparición de la Internet y sus efectos altamente positivos para la humanidad no serían posibles si es que la ciencia y la tecnología no hubieran alcanzado hace mucho tiempo una posición de autonomía y libertad. Por miles de años, ambas estuvieron sometidas a poderes políticos y religiosos con funesta consecuencias para el desarrollo de las sociedades.
La historia de la ciencia y la tecnología es una lucha constante para vencer prejuicios e ideologías anquilosadas. Hace unos mil setecientos años antes que Copérnico y cuatro siglos ante que naciera Ptolomeo, Aristarco creó una cosmología heliocéntrica que fue paulatina e interesadamente olvidada: admitir que el centro del universo visible no era la tierra sino el sol era un desafío demasiado grande para quienes ejercían por entonces el control de la mentes y los cuerpos.
Pero los avances científicos no fueron solo “olvidados” en Grecia, también lo fueron en mayor medida en Roma. Con la llegada del cristianismo y su adopción como religión oficial por los romanos las cosas fueron de mal en peor. Según Timothy Ferris, nada más opuesto a Roma que la ciencia: Roma reverenciaba la autoridad, promovía la práctica del Derecho y alentaba el pragmatismo, mientras que la ciencia no tiene más autoridad que la naturaleza, valora la novedad sobre lo rígido y precedente y desdeña la práctica en favor de lo hipotético.
Se cree, por ejemplo, que cristianos fanáticos quemaron los libros paganos que se guardaban en la Biblioteca de Alejandría y que musulmanes fundamentalistas hicieron los mismo con los libros que custodiaban los cristianos. La desaparición del saber antiguo gracias al fuego es un precio demasiado alto que la ciencia tuvo que pagarle a la ignorancia y a los prejuicios ideológicos.  Muchos y oscuros siglos cayeron después sobre la historia de la humanidad.
Con el paso del tiempo, la ciencia y la tecnología transitaron por su propio camino, el cual no ha sido siempre lineal, puesto que las dos pueden servir tanto para intereses claros como oscuros. La fascinación de Arquímedes por las palancas y las poleas sirvió para bombear agua y mover barcos, pero también para  construir gigantescas grúas bélicas que mantuvieron aterrorizados a los soldados romanos que querían conquistar Siracusa, la tierra natal de Arquímedes. El saber científico de Albert Einstein ha servido para comprender el origen del universo y la naturaleza del tiempo, pero también para la construcción de la bomba atómica.

El desenfreno con que el industrialismo extremos destruye el medio ambiente, la oposición feroz de muchas empresas farmacéuticas a los medicamentos genéricos y el uso mortífero de armas y drogas que promueven ciertos grupos de poder podría hacernos pensar que la ciencia y la tecnología transitan más bien por un camino lleno de ambivalencias. Si antes, la religión y el poder político se opusieron al avance científico, ahora los poderes económicos lo alientan para su propio beneficio.

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