Los verdaderos creadores, según Rilke, son los que afrontan el peligro y van al extremo de la experiencia, no los que desisten al menor intento.
Las opiniones tienen importancia en tanto son opiniones; es decir, puntos de vista, pareceres que ni ofenden ni denigran a las personas. Cuando se convierten en argumentos ad homine; es decir, van dirigidas contra las personas y no contra las ideas, dejan de serlo simplemente y no contribuyen al debate.
La opinión del poeta David Novoa respecto a que todos los poetas de Trujillo son “mediocres y aburridos” no pasa de ser una opinión, rebatible además, puesto que no corresponde necesariamente a la verdad, aunque no está muy lejos de ella.
Con lo de “aburridos”, sí estoy de acuerdo. Lo he sostenido, además, varias veces. Y esto ocurre porque no han aprendido ―no hemos aprendido ― la justa combinación entre lo superficial y lo profundo. La historia demuestra que ambas, en estado puro, no son recomendables para una literatura que aspire a conquistar lectores. Una dosis equilibrada de ambos factores es necesaria para enriquecer un mundo moralmente empobrecido.
En las grandes historias como El Quijote de la Mancha o Madame Bovary hay algo de superficial en el mundo de sus personajes, solo que en dosis necesarias. ¿No es acaso un acto de frivolidad tener que servir a una señora como Dulcinea del Toboso? ¿O que la heroína Emma Bovary siga sus instintos básicos para no morirse de aburrimiento en la casa burguesa donde vive? Como dije, en dosis combinadas adecuadamente lo superficial y profundo, lo frívolo y trascendente, lo limitado y lo vasto producen resultados aceptables.
Para reducir las altas dosis de aburrimiento en que incurren los poetas trujillanos, David Novoa ha optado por la perfomancecomo un modo sistemático de comunicar su poesía, estrategia que le ha dado un éxito relativo y nada desdeñable ―digo relativo porque hay gente, que piensa más bien que se trata de una “payasada”―. Es verdad que se trata de un “hecho extraliterario”, como dice Jorge Tume, pero esa es, finalmente, la manera de comunicar de David Novoa, su modus operandi de combinar lo frívolo y lo profundo. Y esto se respeta, aunque no estemos de acuerdo con el bacín amarillo que se pone en la cabeza, la forma en que modula la voz cuando recita o el humor con que cultiva su egolatría.
Pero lo que, al parecer, ha causado más molestia e incomodidad es su afirmación de que todos los poetas trujillanos “son mediocres”. Es decir, para Novoa hay por estos lares un solo poeta ―salvo él, se infiere― que haya creado una obra “admirable o sobresaliente en su línea”; es decir, brillante. Lo que habría es más bien es lo opuesto: lo mediocre, aquello que tiene calidad media o es de poco mérito y tira más bien para malo. No considero que haya mala leche en las afirmaciones de Novoa; lo que percibo es su deseo de provocar, su exceso para atraer miradas a las perfomances que practica y su forma de entender la poesía desde el ángulo de la espiritualidad.
La poesía de los demás podría ser “mediocre” no porque lo diga Novoa ―esa es su opinión o provocación―, sino por otras razones que están más allá de esto. Un poeta ―un poeta no mediocre en todo caso― es alguien a quien le importa en primer lugar escribir. Y para hacerlo, se prepara emocional y técnicamente. Lo primero, porque se trata de una actividad (¿profesión, modo de vida, oficio?) en la que pone en riesgo toda su existencia a cambio de nada; y lo segundo, porque para llegar al fondo de la experiencia estética tiene que hacerlo a través de una lengua y de ciertas estrategias comunicativas, las cuales debe dominar casi a la perfección.
Nadie llega a ser poeta porque lo certifica un documento, lo garantiza el tiempo empleado o lo declara una autoridad competente. Se llega a ser un creador literario no porque lo quieran otros, sino porque alguien está convencido de que quiere serlo. «Las obras de arte nacen siempre de quien ha afrontado el peligro, de quien ha ido hasta el extremo de la experiencia, hasta el punto que ningún humano puede rebasar. Cuanto más se ve, más propia, más personal, más única se hace una vida», escribió Rainer Maria Rilke.
Aquí está, estimado Koky Tume, el partidor de aguas, el límite entre un poeta mediocre y uno verdadero: ¿cuántos de los seres humanos que tienen experiencias e imaginan realidades están dispuestos a poner en riesgo su vida mediante la poesía?