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Wisława Szymborska: la flecha en el blanco

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¿Qué hace perdurable a un poeta? Sin duda la sencillez,  originalidad y sabiduría, atributosdeWisława Szymborska, la poetisa polaca que transmutó en oro las palabras.
Desde hace mucho tiempo buscaba en librerías algún libro de Wisława Szymborska, Premio Nobel de Literatura en 1996. Los buscaba porque desde que leí su poema Bajo una estrella en dos traducciones distintas, quedé seducido por la sencillez y profundidad de su poesía. Fue Jorge Luis Borges quien sostuvo que cada escritor crea sus precursores. Y los crea en función de su filiación afectiva, ideológica, literaria o lo que sea. Wisława Szymborska es, de algún modo, mi precursora.
En traducción de Abel Murcia dice Bajo una estrella: «Que me disculpe la coincidencia por llamarla/ necesidad. / Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco./ Que se enoje la necesidad por llamarla mía. / Que me olviden los muertos que apenas brillan en la/ memoria. / Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado/ por alto a cada segundo./ Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo / el primero./ Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa./ Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo (…).». En otra versión cuyo nombre del autor no he podido localizar: «Perdona, azar, que te llame necesidad. /Perdón, necesidad, si al tenerte me equivoco. / Perdonen, difuntos, que apenas los recuerde. / Perdón, tiempo, por todo lo que se me escapa en un segundo./ Perdóname, viejo amor, que el nuevo me parezca el primero./ Perdónenme, guerras lejanas, por traer flores a casa./ Perdonen, heridas abiertas, que acabe de pincharme el dedo (…)». En cualquier caso, la flecha había dado en el blanco.
Hurgando en pilas de libros y estantes finalmente hallé dos de sus títulos: Si acaso y Fin y principio. Dos libros breves que leí de un tirón. Me quedé, sin embargo, con la miel en los labios por largos meses. Entonces reinicié la búsqueda del santo grial, pero nada. Y así anduve, hasta que mi amigo, el poeta Juan Carlos de la Fuente Umetsu, siempre generosos y dispuesto a extender la mano de los menesterosos en materia poética, me llamó un día por teléfono y me dijo tajante: «No busques más, ni intentes comprar nada. Ya encontré el libro que buscas. Un ejemplar de Poesía no completa (que es en realidad casi completa) te espera». Quince días después de esta llamada providencial me entregó el libro como regalo. Wisława Szymborska entró de este modo al club de mis precursores más queridos.
¿Por qué leer a Wisława Szymborska?  La primera razón es que su poesía se ocupa de temas  triviales que rápidamente convierte en trascendentes gracias a la llaneza de su lenguaje. Szymborska transmuta el lenguaje de la tribu en oro puro. Esa es la función principal de un buen poeta: ser un alquimista de la palabra, convertir lo difícil en fácil, transformar la oscuridad del pensamiento en agua clara. Si es al revés; es decir, si no se entiende bien y rápido, el lector prefiere, en unos casos, huir del texto, puesto que lo encuentra difícil de comprender o, en general, porque siente que no está preparado para leerlo con la claridad con que lee, por ejemplo, una novela o una noticia en un diario; en otros casos, el lector asume el desafío de desentrañar el significado de los versos haciendo un esfuerzo mayor al que su banalidad le permite. La tarea se vuelve titánica si, además, el poema está escrito con un lenguaje no familiar y con una técnica complicada. Si el lector pese a todos sus esfuerzos no logra engancharse con el texto, opta finalmente por lo común: abandonar la poesía, a veces para siempre.
La segunda razón es la originalidad de su enfoque. Es original por su modo de personal de aproximarse a la realidad, de convertirse en un modelo de expresión o de presentarnos lo corriente como algo novedoso. Wisława Szymborska dirige constantemente su atención hacia temas, problemas o situaciones desde unos supuestos previos: la complicidad del lector, el humor y el sentido de lo ridículo. El lector siente que ella habla de lo que no se ve a simple vista, de lo que se ignora o se desconoce. Pero esto es solo aparente: el lector lo sabe, solo que no puede decirlo o escribirlo como ella lo dice o escribe: «Debo mucho/ a quienes no amo. // El alivio con que acepto/ que son más queridos por otro. // La alegría de no ser yo/ el lobo de sus ovejas.// Estoy en paz con ellos/ y en libertad con ellos, y eso el amor ni puede darlo/ ni sabe tomarlo (…)». (Agradecimiento)

La tercera razón es su sabiduría. Wisława Szymborska vivió 89 años y llegó a un grado muy alto del conocimiento poético: «Cuando pronuncio la palabra Futuro,/ la primera sílaba pertenece ya al pasado. // Cuando pronuncio la palabra Silencio, / lo destruyo. // Cuando pronuncio la palabra Nada, / creo algo que no cabe en ninguna no-existencia». (Las tres palabras más extrañas)

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