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Queremos tanto a Rayuela

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El libro mítico que Julio Cortázar publicó en los años 60 cumple medio siglo. Pese al tiempo trascurrido, sus personajes Horacio Oliveira y La Maga siguen convocando el cariño de los lectores.
¿Qué es Rayuela? ¿Una anti-novela? Es decir, una novela que va contra los parámetros de la novelística universalmente aceptados.  ¿Un manual de instrucciones para jugar con la cultura? ¿Una novela-abismo, novela-laberinto o novela-revelación como gustaron llamarla los críticos sorprendidos en los años 60? ¿O simplemente una genial creación de Julio Cortázar?
Su desconcertante naturaleza y relativa dificultad para comprenderla han propiciado toda clase de herramientas de ayuda para el lector: diccionarios para comprender el conocimiento enciclopédico que despliega, planos para seguir el trayecto de Horacio Oliveira, Las Maga y el Club de la Serpiente y discos que compilan los temas de jazz citados por su autor, además de las ediciones críticas.
Pese a todos los esfuerzos, hace cincuenta años que nadie acierta a dar una respuesta precisa. Y no acierta porque Rayuela es inclasificable: en su variedad está su riqueza y en sus límites imprecisos su trascendencia. Mucho se ha  hablado de la amplia resonancia que tiene entre los jóvenes. Y puede que sí, que esta sea una novela para ser leída mientras se disfruta de la libertad de ser alguien que no ha superado los 30 años.  Aunque para los jóvenes cincuentones como yo el asunto es cómo se siente uno como lector.
En 1983, Rayuelacumplía veinte años y todavía se leía con mucha devoción en ediciones de segunda mano. Julio Cortázar murió un año después y dejó tras de sí una estela de asombro entre los lectores de mi generación. Esta novela nunca ha sido un best-seller ni Cortázar una superestrella de la literatura, sin embargo su influjo reaparece cada cierto tiempo en las nuevas generaciones de escritores latinoamericanos. En mis tiempos, todos queríamos ser como Horacio Oliveira y La Maga que andaban siempre sin buscarse, aunque siempre para encontrarse, enamorarnos como ellos, hablar en «gíglico» y escribir con el estilo de Morelli nuestras óperas primas.
¿Qué fascina tanto a los lectores en Rayuela? En realidad, nadie lo sabe a ciencia cierta. Cada uno de los lectores tiene una o varias respuestas. En mi caso, que tenga un «Tablero de dirección» para leer el libro siguiendo algunas reglas y, al mismo tiempo, transgredirlas, si deseas.  Creo que esta es una brillante estrategia que muerde directamente al lector en la yugular. Extraño y atractivo; desconcertante y motivador; asombroso e incitante. Que ocurra en el París que todos habíamos idealizado (que la final es como el París de la novela) y que eleve el humor, la melancolía y el juego a la categoría de absolutos literarios. Que esté escrita con el lenguaje de la vida corriente y relate las simplezas de la vida corriente y que, simultáneamente, nos divierta con sus juegos de inteligencia y erudición.
No hay gran anécdota en sus cientos de páginas. La novela tiene dos partes. «En el lado de allá» (¿Europa, la otra cultura, el mundo apátrida?), cuenta la historia de amor de Horacio Oliveira y La Maga, la muerte del hijo de esta y la consiguiente ruptura de la pareja. «En el lado de acá» (¿Latinoamérica, nuestra cultura, la patria interior y exterior?), relata la vida de Horacio Oliveira en su regreso a Buenos Aires, su noviazgo con Gekrepten y su amistad con Talita y Traveler. Lo que nos atrae de los personajes son las cosas que piensan y hacen, y no como encajan sus vidas en una trama. Rayueladestila, en este sentido, una ternura que envuelve rápidamente al lector.

Medio siglo después de escrita, Rayuela resurge otra vez como una «novela summa», como una «novela total». A mí me encanta la idea de que se trata de una especie de agujero negro en el que cabe toda la energía creativa en un espacio muy diminuto. Y, sin embargo, no estoy seguro de que este concepto sea preciso.  La novela de Cortázarsigue siendo tan evanescente que como cuando la concibió su autor en un miserable piso parisino en los años cincuenta del siglo pasado.

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