Rugir desde los abismos
El amor es un perro que ruge en los abismos de J. J. Maldonado es formalmente un Bildungsroman. Narra la historia de Diosito, un joven que vive en un barrio difícil de el Callao que para eludir el infierno en el que vive alberga microutopías como el amor o escribir versos en todos los billetes de diez soles que pasen por sus manos.
La palabra alemana Bildungsroman significa ‘novela de formación’, ‘novela de aprendizaje’ o ‘novela de educación`. Se trata de un concepto muy amplio y en este, por lo general, se incluyen las historias en donde se relata la transformación física, moral, psicológica y social de un personaje en su tránsito de la infancia a la adultez.
El primer Bildungsroman es, sin duda, la novela de Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Goethe. Desde que fue publicada en 1796 hasta hoy, muchas historias caben en el esquema de este paradigma narrativo. Algunos ejemplos célebres son Rojo y negro, Siddartha, El guardián entre el centeno, Las aventuras de Huckleberry Finn, David Copperfieldy Matar a un ruiseñor.
J.J. Maldonado ha elegido este género para debutar en la novela. No es gratuito desde luego. El libro es el producto de la imperiosa necesidad de expresar los fracasos del amor, el malestar de la vida y el rugido de los precipicios que circundan a la condición humana. Por esta razón, aunque se trata de una novela y esté escrita siguiendo estos parámetros, los ritmos y la estructura del lenguaje son poéticos.
El amor es un perro que ruge en los abismosnarra la historia de Diosito, un adolescente que vive en un bloque de edificios en un barrio difícil de el Callao. Su casa y su barrio son el infierno menor (“El barrio puede ser la prisión más cruel”, dice el poeta-poeta Smiley) y la ciudad el infierno macro. Diosito y su collera, Matute, Krosty, Crook, el Muelas y el poeta Smiley (los Big Boys) matan el tiempo consumiendo marihuana, perpetrando robos esporádicos, practicando el freestyle en los buses y haciendo malabares con sus bicicletas. Son adolescentes huérfanos, sin pasado, presente ni porvenir que buscan en realidad evitar que la ciudad termine de engullirlos en su violenta desfiguración moral y material. Una forma de resistir es asumir un espíritu de grupo a través de una serie de relaciones plagadas por la mentira y la violencia física y verbal.
Diosito parece ser el más consciente de la precaria situación en la que viven. Es un adicto al anime, la pornografía y las producciones cinematográficas de la serie B. A falta de afecto, su vida está llena de estos referentes y de lo que podría llamarse microutopías: encontrar un trabajo, ser padre, sobrevivir al caos y descubrir el amor.
Su microutopía más recurrente es escribir versos más o menos ordenados en todos los billetes de diez soles que pasen por sus manos. Lo que pretende es promover una versión totalizante de la poesía y la consciencia plena de que un poema no quede muerto en un libro, sino que sea más bien algo vivo y en constante movimiento, pasando de mano en mano y reproduciéndose en la medida en que alguien más haga lo mismo. Pero es ese mismo dinero que él intenta ‘limpiar’ con sus versos el que motiva a Romana, su chica, a engañarlo de que va a ser padre. Diosito sabe que para que el amor pueda abrirse camino, debe rugir como un perro desde el fondo del abismo. Todo lo demás es falsedad.
El mundo en el que viven los adolescentes de El amor es un perro que ruge en los abismos es furioso, violento y no perdona nada. La casa de Diosito ha sido convertida en un burdel con la anuencia de su tía, los hogares de sus amigos no son hogares sino madrigueras de animales heridos, los vecinos que viven en bloque están poseídos por las más bajas pasiones y las pandillas de mujeres como Las Heathers (la contrapartida de los Big Boys) abominan de la palabra `puta`, aunque su comportamiento encaje en lo que esta expresa.
En un momento determinado, la vida de Diosito cobra un vuelco: consigue trabajo como técnico de animación 2D en una empresa clandestina que produce porno anime. Todo el dinero que gana va a parar a manos de Romana hasta que descubre que ella lo engaña. Desilusionado, se refugia en el trabajo y en la ensoñación (“De hecho andaba prácticamente en las nubes, acompañado por el fuego de los autos, confundiéndome entre las porciones de sombra de los carboneros, siguiendo un monomaníaco recorrido en círculos y sin apartar la vista de la fantasía, subiendo y bajando las escaleras de la mente, como un trepador innato en medio de la nada, aturdido, loco, pero trepando siempre, con esa velocidad mía de perro lobo escondido entre los abismos”). En ese lugar descubre a Selva, una chica secuestrada por los productores del anime porno, a quien libera de sus garras.
Hasta la última página, la novela sigue un curso más o menos lineal, con un relato en primera persona sostenido y envolvente, interpolado por diálogos rápidos y puntuales. La caracterización de los personajes está bien lograda, pero por momentos a ellos y a la forma en que el narrador presenta los acontecimientos les falta algo de verosimilitud. Sin duda sus mayores fortalezas son el tono de la historia, la atmósfera social y moral que envuelve a los personajes y el pulso narrativo que no decae en ningún momento.