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Empezar a construir la casa por el techo

En tiempos electorales, el anarquismo cobra relevancia. Lo mismo pasa con un libro original, ameno y plagado de ironía que recoge lo mejor de su sensibilidad antiautoritaria y anti jerárquica que siempre despierta, cuando menos, curiosidad intelectual:  el Diccionario anarquista de emergenciade Juan Manuel Roca e Iván Darío Álvarez.

Hay un libro al que siempre vuelvo cada vez que siento, como en estos tiempos electorales en el Perú, que campea el dogmatismo, se impone la ceguera histórica y nos amenazan la corrupción y las mentiras: Diccionario anarquista de emergenciaque publicaron hace más de una década el poeta Juan Manuel Roca y el dramaturgo Iván Darío Álvarez.

El anarquismo es una ideología cuya sensibilidad antiautoritaria y anti jerárquica siempre ha despertado mi curiosidad intelectual. Su hipótesis de que en lugar de un orden impuesto por el Estado es mejor el orden natural (este fluye por sí mismo y no necesita de una dirección única) es desde luego provocadora. En realidad,  una fe que nunca ha triunfado porque el anarquismo contiene en sí mismo un imposible: la conquista del poder en la forma convencional que conocemos.

Del anarquismo me atrae su defensa ciega de la libertad y sus búsquedas utópicas. Una definición que une magistralmente estas aspiraciones es la que recoge el diccionario en la entrada referida a la palabra “anarquista”: “Al contrario de quienes empiezan a construir su casa por los cimientos, el ácrata lo hace por el humo de la chimenea” (Paul Valery).

Construir la casa por el techo y no por el suelo. Qué utopía. A los sueños anarquistas, hay que añadir su firme resistencia a toda autoridad, incluida la del padre. Aspirar a que todas las fuerzas individuales y sociales se desarrollen libremente en la vida es un concepto que ayer, hoy y mañana seguirá generando controversia entre los pacatos y defensores del orden artificial.

El Diccionario anarquista de emergencia incluye semblanzas, fragmentos de textos, aforismos, esquirlas, reflexiones, poemas y conceptos de personas directamente anarquistas y de otros “que no asumen esta condición de manera programática”.  Es lo que se puede llamar la ‘actitud anarquista’, es decir, la ser un anarquista sin serlo verdaderamente.

“Anarquistas han sido desde Espartaco hasta don Quijote, seres de carnadura humana real pero también de la ficción”, según los autores del diccionario. A los anarquistas ‘programáticos’ y a los anarquistas de ‘actitud’ los une un denominador común:  han querido cambiar la historia y, en algunos caos , la vida. El anarquismo es una fe, una actitud, un romanticismo sistemático y perdedor, así como una forma asombrosa de solidaridad. De acuerdo con este criterio, Tolstoi sería un anarquista pacifista, igual que Gandhi o los jóvenes situacionistas que impulsaron Mayo del 68.

El diccionario de Juan Manuel Roca e Iván Darío Álvarez recoge dichos y pensamientos trepidantes y perturbadores: «La doctrina ahoga la vida» (Bakunin) «Yo creo en el canibalismo obligatorio. Si la gente estuviese obligada a comer lo que matasen, no habría más guerras» ( Hoffman), «La pasión por la destrucción es también una pasión creadora» (Bakunin), «La democracia es una superstición basada en la estadística» (Borges), «…si el amor implicase también la dependencia, sería la cosa más peligrosa y la más infame del mundo, una fuente inagotable de esclavitud y de embrutecimiento para la humanidad» (Bakunin), «Anarquismo: Pintar una escalera, subir por ella, borrar sin titubeos todos los peldaños» (Juan Manuel Rocas e Iván Darío Álvarez), «La liberación del joven de la autoridad de su padre es indispensable para el progreso de la humanidad» (Freud), «Tomad un círculo, acariciadlo, ¡se volverá vicioso!» (Ionesco), «A los cinco años tuve que interrumpir mi educación para asistir a la escuela» (Bernard Shaw), «Los viejos a la tumba, los jóvenes a la lucha» (González Prada).
En estos tiempos de ceguera histórica y autoritarismo sutil, sobran ganas de ser anarquista. En las redes sociales abundan las posturas y las frases anarquistas, pero están animadas, en su mayoría, por el odio, carecen de ideas y no tienen en cuenta el espíritu solidario en el que tanto énfasis pusieron los fundadores del anarquismo.

Sin el espíritu anarquista el poder no tendría límites. Así como «dantesco» deriva de Dante y se refiere a una situación infernal y «kafkiano» deriva de Kafka y se refiere a circunstancia tortuosa, así también «anarquista» deriva de anarquismo y se refiere a un estado natural en el que el hombre se revela, por razones genéticas o culturales, contra las ideas, las personas y los sistemas que ejercen la autoridad. Mirado así, el anarquismo tendría más afiliados que la causa original que impulsaron Bakunin, Proudhon, Kropktin, Bakunin y los anarcosindicalistas peruanos de comienzos del siglo pasado.

“Los ácratas, eternos funámbulos de la cuerda floja del mundo, exponen con imaginativo riesgo un estilo de vida. Son una prueba de que la imaginación política está habitada por inmensos deseos y ricas posibilidades para la convivencia, para la armonía no autoritaria. La anarquía es un antídoto colectivo contra el dominio absoluto de los poderosos”, afirman los autores del Diccionario.


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