¿Qué tienen poéticamente en común dos escritores exiliados que nacieron en lugares lejanos entre sí, que hablaban y escribían en lenguas diferentes y qué sentían y percibían también de modo diferente? La intertextualidad nos revela más de una coincidencia.
Se podría decir que el poema La violencia de las horas del peruano César Vallejo y un fragmento narrado del Libro de desasosiego del portugués Fernando Pessoa guardan un vínculo de intertextualidad muy profundo por muchas razones.
En principio, fueron escritos en el contexto de una misma cultura: la occidental cristiana, a comienzos del siglo XX, en lenguas de un mismo origen. Luego tenemos algunas coincidencias cronológicas: La violencia de las horas pertenece a un conjunto de textos escritos por Vallejo entre 1931 y 1937, en tanto el fragmento de Pessoa pertenece a una serie de pequeños ensayos, aforismos y fragmentos de diario redactados entre 1913 y 1935. Ambos autores fueron contemporáneos sin conocerse nunca por un espacio de 12 años (1923-1935)
Leamos el texto de Pessoa: «¿El viejo sin interés de los botines sucios que se cruzaba conmigo a las nueve y media de la mañana? ¿El vendedor de lotería cojo que me daba la lata inútilmente? ¿El viejo orondo y colorado, con su puro, en la puerta del estanco? ¿El pálido dueño del estanco? ¿Qué se hizo de todos esos que, por haberlos visto y haberlos vuelto a ver, han sido parte de mi vida? Mañana yo también me sumiré en la Rua da Prata, en la Rua dos Douradores, en la Rua dos Fanqueiros. Mañana yo también –el alma que siente y que piensa, el universo que soy para mí–, mañana yo también seré el que dejó de pasar por esas calles, el que otros vagamente evocarán con un “¿qué habrá sido de él?” Y todo cuanto hago, todo cuanto siento, todo cuanto vivo, no será más que un transeúnte menos en la cotidianidad callejera de una ciudad cualquiera».
Y ahora el de Vallejo: «Todos han muerto. / Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo./ Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas,/ respondiéndoles a todos, indistintamente: "Buenos días, José! Buenos días,/ María!"./ Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de meses, que luego también/ murió a los ocho días de la madre./ Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad, en tanto cosía/ en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer./ Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana,/ sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina./ Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién./ Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando/ llueve y no hay nadie en mi experiencia./ Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi/ víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza, en el mes de/ agosto de años sucesivos./ Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que solfeaba en su clarinete tocatas/ melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi barrio, mucho antes/ de que el sol se fuese./ Murió mi eternidad y estoy velándola». Las locaciones son distintas: Lisboa y Santiago de Chuco, sin embargo los personajes, las imágenes que suscitan y los sentimientos que convocan parecen tener un mismo origen. Pessoa y Vallejo dialogaban sin conocerse, lejos el uno del otro. ¿Cómo es que sus textos llegaron a resultados tan semejantes? El poder que tiene la poesía para universalizar lo cotidiano, lo local y lo simple creo que lo explica de alguna manera. De allí, de lo que pasa a veces inadvertido, es de donde se sacan los materiales para conseguir lo perdurable. Pessoa y Vallejo lo sabían de sobra.
Se trata de textos coetáneos, de ahí sus semejanzas temáticas, coloquiales y estilísticas. ¿Pudieron dos exiliados (uno mental y el otro físico, aunque ambos huían de sí mismos) componer poemas de una parecida intensidad y grandeza aunque no se conocieran ni leyeran nunca? Es más: ¿Pudieron llegar por distintas direcciones al mismo nivel de conciencia poético a partir de contextos reales diferentes? La intertextualidad por lo menos demuestra que sí.