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Controversia: ¿alta cultura o sociedad de masas?

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¿Quién puede llenar mejor las grietas espirituales del  mundo moderno?¿La alta cultura o la cultura de masas? Gilles Lipovestsky y Mario Vargas Llosa tienen puntos de vista opuestos y al mismo tiempo originales.
La controversia en torno a la alta cultura y la cultura de masas nació con la llegada de los medios de comunicación y desde entonces no ha dejado de manifestarse en distintos lugares, tiempos y campos del saber.
Gilles Lipovestsky y Mario Vargas Llosa mantienen desde hace algunos años un debate sobre estos temas. Ambos son autores de libros fundamentales para entender, por un lado, la degradación de la alta cultura y su remplazo por la civilización del espectáculo y, de otro, los beneficios democráticos y humanísticos de la cultura de masas en un mundo gobernado por el consumo y los conflictos de todo orden.
La discusión de ambos intelectuales se centra en las ventajas y desventajas de la alta cultura y la cultura de masas (que otros llaman cultura de consumo y Vargas Llosa “sociedad del espectáculo”).  Para Gilles Lipovestsky, las sociedades donde prima el espectáculo han dado mayor grado de autonomía a los individuos y son, en general, consensuadas en cuanto a la convivencia democrática: ya no hay revoluciones sangrientas, ni dictadores, ni megadiscursos que fanaticen a los individuos que las componen.
La postura del novelista peruano es contraria. Para él, los seres humanos viven una especie de confusión que no les permite distinguir el espectáculo de los valores estéticos. Afirma también   que la sociedad del espectáculo no ha traído ni paz ni sosiego, ni menos ha desterrado la violencia, la cual impregna las relaciones humanas y acentúa pestes como la xenofobia, el racismo y la discriminación. Lo más grave, dice Vargas Llosa, es que la sociedad contemporánea ha desmovilizado a los intelectuales o provocado que los seres más pensantes y creativos le den la espalda a los temas cívicos o desprecien a la vida política, piedra medular de cualquier sociedad democrática.
Otro fenómeno inquietante que divide sus opiniones está relacionado con lo que la alta cultura y la cultura de masas consideran como arte. Según Vargas Llosa, somos objeto de un embauco, puesto que carecemos de un canon (la alta cultura de antes) que nos ayude a diferenciar lo excelente de lo regular y de lo despreciable. Ahora, dice, “(…) todo arte puede ser bello o feo, pero no hay manera de saberlo” (…) Al gusto del cliente”. La cultura ha pasado a ser puro entretenimiento y no hay manera de parar, sobre todo en las artes plásticas, esta loca carrera de mentiras. Gilles Lipovestsky considera, en cambio, que existen otras vías distintas a la alta cultura que brindan placer, felicidad y creatividad a los hombres. Por ejemplo, el cine, la televisión y la publicidad. Se trata de manifestaciones humanas que al lado de las grandes jerarquías estéticas de las que habla Vargas Llosa han creado un arte de diversión que produce emociones y ayuda a reflexionar a la gente.

En lo que sí están de acuerdo en que ninguna de los dos modelos culturales que defienden ha traído completa felicidad a los seres humanos y que la educación es la única vía que puede llenar del todo los vacíos espirituales de las sociedades modernas.

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