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Las ideas traicionadas

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Una excelente novela de Leonardo Padura proyecta los avatares de un escritor, de Trostki y de su verdugo en el fracaso de ciertas utopías políticas que alimentaron el sueño de los hombres durante el siglo XX.
Reconstruir mediante la ficción la vida de un personaje  como Lev Davidovich Bronstein, Trostski, es una ventaja y un riesgo al mismo tiempo. Lo primero, porque se trata de un personaje polémico cuya vida está todavía llena de revelaciones; y lo segundo, porque la trayectoria vital de alguien así es casi siempre inasible o suele congelarse en el espacio intermedio entre la realidad y la leyenda.
En la novela El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura se cuenta una parte de la vida dramática y por ratos rocambolesca de Trostski. Sin embargo, no estamos ante el eje principal de la historia, sino ante uno de sus planos narrativos. Hábilmente, el narrador cubano ha estructurado su novela según la técnica de las cajas chinas: una historia contiene a otra historia, de modo tal que su tejido deja muy poco lugar para la comprobación histórica o el uso del dato fehaciente, lo cual por cierto no tiene sentido tratándose de la ficción.
La historia madre es la de Iván Cárdenas Maturell, un aspirante a escritor, quien tras la muerte de su mujer decide concluir su manuscrito sobre la vida de un hombre misterioso al que había conocido en la playa mientras este paseaba en compañía de dos borzois rusos. El depositario de la historia es su amigo Daniel, quien más tarde  encuentra el cuerpo de su amigo aplastado por el derrumbe del techo de su miserable departamento.
El enigmático paseante de los borzois rusos es Ramón Marcader, o Jacques Mornard, el comunista español y agente de la policía soviética que asesinó en 1940 a Trostki en una operación muy audaz. La de Mercader es, sin duda, la historia más rica: su infancia burguesa en Barcelona,  la relación con unos padres distantes y extraños, su militancia comunista y amoríos durante la Guerra Civil española, su designación como verdugo del líder disidente ruso, su reconocimiento en Rusia como “héroe de la Revolución” y su refugio cubano mientras el cáncer implacable lo corroe por dentro.
La tercera historia es la del penoso exilio de Trostki, su lucha por sobrevivir a la persecución de Stalin y su esfuerzo por imponer su teoría de la “revolución permanente” frente a la hipótesis del “socialismo en un solo país” que defendía la ortodoxia comunista rusa.  En realidad, los episodios elegidos por Padura son aquellos que mejor reflejan sus avatares políticos e intelectuales, así como algunos episodios relacionados con grandes personajes de la revolución bolchevique y el arte: su relación con Lenin, su vieja enemistad con Stalin, el amor por su mujer, su aventura sexual con Frida Khalo, su discrepancia con Diego Rivera, su egolatría y su fuerte sentimiento de superioridad.
Las tres historias de El hombre que amaba a los perros tienen algo en común, un hilo moral que las atraviesa: la traición de las ideas y la inutilidad de las acciones.  Por un lado, Matorell siente que ha vivido en vano, que el sueño “estrictamente teórico y tan atractivo de la igualdad posible se (ha) trocado en la mayor pesadilla autoritaria de la historia”.  En realidad, Matorell le llama “desastre cósmico”. Ramón Mercader siente algo parecido o más atroz: el grito de dolor que lanza Trostki antes de morir, así como la entrega de una vida a cambio de una larga y sórdida pesadilla que lo conduce únicamente a la nada. En cierta forma Trostki piensa y siente lo mismo: tanto sacrificio solo para obtener la persecución, el asesinato de sus hijos y la fragilidad de unas ideas revolucionarias que nunca pudieron instaurar un mundo más justo y feliz. He ahí el  leimotivdel libro: el sentido sin sentido de la historia que los hombres creen construir para los demás.

La historia tiene muchos de los ingredientes de la novela policial, de espías, histórica y de aventura. Su verdadero valor, no obstante, creo que está dado por la forma tan fluida en que avanza el relato y salta de un espacio-tiempo a otro, así como por las reflexiones en torno a las ideas revolucionarias, los grandes malentendidos de la historia, el fanatismo político y la verdadera índole de la naturaleza humana que interpola a lo largo de la narración. 

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