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La suerte del Museo de Arte Moderno

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En Trujillo existen diez importantes museos de diversa naturaleza, pero hay uno, el de Arte Moderno, que debido a la falta de financiamiento y a la indiferencia de la gente quizás termine por trasladarse a Lima.
En una entrevista que le concedió a la periodista Maribel de Paz por sus 80 años, ante la interrogante sobre cuál considera que es su mejor legado tras 80 años de vida, el pintor Gerardo Chávez contestó: «Mi legado estuvo siempre destinado hacia mi país, a ese lugar que me vio nacer. Sigue viviendo en Trujillo, el Museo del Juguete, el Museo de Arte Moderno, aunque con mucha pena no se ha visto un interés de nada. El Museo de Arte Moderno ya tiene diez años y el otro día se me dio por contar los tickets de entrada y había un promedio de dos personas por día. Lo voy a desplazar a Lima, que es el Perú finalmente. En un primer momento pensé descentralizar el fenómeno cultural… No dio resultado […]».
En esa respuesta se pueden identificar dos temas alarmantes: que el promedio de venta de tickets de entrada por día al Museo de Arte Moderno sea 2 y que su dueño quiera trasladar sus más de 200 valiosas obras a Lima. La primera situación revela nuestra verdadera situación como “Capital de la Cultura” y la segunda expresa la tremenda decepción de Gerardo Chávez en su afán de descentralizar el fenómeno cultural y la espantosa indigencia educativa de un país donde el centro asfixia a la periferia con la indiferencia cómplice de autoridades, políticos, artistas e intelectuales.
¿Por qué es importante que una ciudad cuente con museos? Porque un museo es un lugar que nos permite conservar y exponer objetos artísticos, científicos y antropológicos de manera que podamos conocer y confrontar nuestro pasado y porque —ojo con esto— un museo es un referente para el aprendizaje, sobre todo si se trata de uno de arte moderno en un país  del tercer mundo donde los artistas plásticos tienen muy pocas posibilidades de viajar o acceder a escuelas de primer nivel.
En Trujillo existen diez museos importantes: los museos de Arquelogía y Zoología de la Universidad Nacional de Trujillo, el Catedralicio del Arzobispado, el Cassinelli, propiedad de la familia del mismo nombre; los de Arte Moderno y del Juguete del pintor Gerardo Chávez, el Centro Cultural de Trujillo (Museo Haya de la Torre) del Banco de la Nación y los museos de sitio de la Dama de Cao o del Brujo, de las Huacas de Moche y el de Chan Chan. Tres pertenecen a entidades públicas y siete a privadas. En todos los casos se necesita de grandes fuentes de financiamiento para que sigan en marcha. Supongo que para el propio Gerardo resulta insostenible económicamente manejar su museo. Pero, igual, el museo debería quedarse, tiene que quedarse en Trujillo.
¿Qué ocurriría si de pronto el Club Libertad decidiera que el Festival de la Marinera  —que por cierto no cuentan con un museo— no van más en Trujillo? Las reacciones, masivas incluso, no se harían esperar. Es que, a diferencia de los muesos, que son instituciones más bien estáticas y menos vivas en el imaginario popular, eventos icónicos como el Festival de la Marinera son productos ligados estrechamente con la gestión cultural y las estrategias del marketing, de ahí su ligazón con el sentir popular. Pero eso no es todo, para  que a los museos les vaya mejor se necesita involucrar a más actores sociales y consolidar una cultura de visita que comience en las escuelas y la familia y concluya en la puerta de salida de los museos.



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